Final de la gira de reunión de los Héroes del Silencio, en Valencia, en sábado, con buena gente, auguraba que este iba a ser el concierto del año. La realidad fue bien distinta y muy duro es decir que lo fue, en todo caso, por circunstancias completamente extramusicales.
Contemos la peripecia en plan experiencia vital, porque al final fue lo que uno saco de este concierto. Una de las amigas se cae, en sentido estricto (esguince de cervicales) y buscamos sustituta a todo correr. Eso nos fuerza a salir de Madrid a las dos de la tarde. Viaje plácido, pero al llegar a las inmediaciones del Circuito Ricardo Tormo, vemos la que se está montando. Una cola interminable de coches, nos fuerza, en vez de ir al hotel, a pegar media vuelta y unirnos a la cola. Esto eran las seis y media y para seis kilómetros, llegamos al Circuito a eso de las ocho y media y gracias, porque habiendo hablado con otra gente, muchos ni llegaron, o llegando y teniendo entrada de preferente, tuvieron que colocarse con la “chusma”.
Llegas al recinto con el bofe a punto de salirte por la boca y te encuentras un panorama desolador. A ojo le echo al concierto no menos de 100.000 personas, cosa que era esperada, pero lo que no era esperado es que el recinto fuera completamente plano, con un escenario que apenas sobresalía del mar de cabezas. Yo por lo menos, con mi metro noventa, veía las pantallas e intuía el escenario, pero mis amigas que no tenían esa suerte-desgracia, ni las pantallas alcanzaban a ver, a todas luces insuficientes, dado el maremoto de gente que había en la explanada. Uno sabe que es de muy mala educación aupar a alguien a hombros en un concierto, pero como los de atrás les iba a dar lo mismo, esta vez si que me eche a mi amiga a las espaldas para que flipara con el melonar que había en el recinto y al menos, viera algo el escenario.
Luego creo que hubo un concierto. Digo que creo que había un concierto, porque a los músicos escuchárseles, se les escuchaba, pero como decía mi amiga, a Bunbury se le sentía, más que se le veía. Empezó la cosa con “Song to the Siren” de This Mortal Coil a modo de intro, seguida de “El Estanque”, con las dos únicas cosas positivas a destacar de todo el concierto: atisbárseles, no se les atisbo pero el sonido era francamente perfecto, pero cuando escribo perfecto, en este caso, quiero decir perfecto, sin ningún tipo de pero, y un Bunbury haciendo un despliegue vocal inmenso, imponiéndose sobre las citadas circunstancias y siendo lo mejor de la noche. Me encantaría contar algún detalle del concierto, pero a parte de que aquí tocaron veintisiete temas en lugar de los veinticinco de los tres conciertos anteriores en España, poca cosa más pude ver: impresionante la luminotecnia, los fuegos artificiales finales, el mar de mecheros y cámaras fotográficas en “La Chispa Adecuada” y los bocatas de panceta cruda a seis euros. Bunbury manejó muy bien el cotarro, pero la despedida quedó en exceso teatrera cuando los bises fueron prácticamente los mismos que en los otros conciertos y la última canción, “En Brazos de la Fiebre”, la misma que en Zaragoza y Sevilla.
Pero el desbarajuste todavía no quedo ahí. Al romper filas no había manera de encontrar el coche, y cuando lo encontramos, no fueron nada más que tres horas para tratar de salir del aparcamiento, y otra más para llegar a la N-III. Es algo que se cuenta rápido, pero hay que vivirlo.
En definitiva, Los Heroes del Silencio se despidieron, no se sabe si con vuelta, pero lo que si quedo clarísimo es que fueron completamente a por la pasta, les trajo completamente al pairo las condiciones en las que su público vio el concierto y lo que tuvo que ser emotivo, al final se torno en una completa desgracia. Muy bonito queda echarle la culpa al gobierno valenciano el no poner autobuses para desplazarse al concierto, pero el no ver a una sola persona de la organización ordenando la salida, la manera de disponer el recinto y la basura acumulada en los accesos, dicen muy a las claras quien fue el responsable del fenomenal desbarajuste. Al final la despedida de Héroes, se recordará más por ser todo los que la organización de un concierto no tiene que ser, que por el concierto en sí mismo. Una pena.