Los Growlers, como les gusta autodenominarse, han conseguido con su primera visita a España mucho más que muchos de sus colegas californianos en multiples. No es que la sala Boite Live de Madrid sea precisamente una de las salas más grandes de la capital, pero por aquí hemos visto bandas que a priori gozan de mayor éxito y nombre salir con apenas medio aforo mientras que ellos colgaron el cartel de Sold Out y con anticipación suficiente.
Uno se las da de estar enterado en las tendencias musicales independientes que mas funcionan ahora mismo, y cree saber el calado que tienen las bandas con la visión que da el ser un habitual de los recitales en vivo, pero cuando se enfrenta a conciertos como el que nos ocupa hay que reconocer que en realidad es fácil equivocarse. No es sólo el Sold-out de una banda que por no tener, no tiene ni reseña en Pitchfork (la web musical que parece dictaminar lo que está bien o mal), sino una completa devoción en las primeras filas y sudor algo pasional de gente que permanecía atónita mirando el concierto.
Está claro que el estilo que practican The Growlers a medio camino entre la psicodelia clásica y el garage mas sucio los hace encajar con lo que más está gustando hoy en día. Son parte del hype, vaya. Igual que pasaba hace apenas 4 o 5 años con el post-rock, ahora das una patada a un bote en un local de ensayo y te sale una banda con reverb en la voz, con guitarras surferas, con camisetas de segunda mano, con aspecto de yonki y con la psicodelia por bandera. A veces son bandas buenas, otras simplemente un quiero y no puedo que apenas se sostiene con el argumento ese de ser «lo-fi». Quizás por eso lo de Growlers está gustando especialmente como para poderlos poner al lado de las bandas buenas del genero (Ty Segall o Thee Oh Sees me vienen a la cabeza), porque aparte de todo eso tienen un estilo único, buenas canciones y un cantante que da personalidad al conjunto.
Evidentemente no vamos a entrar a valorar lo sosos que son en directo ya que hablando del estilo que hablamos era de esperar, pero si que su líder Brooks Nielsen da un aire de lo más personal, con esa cadencia de voz que literalmente nos trae al Jim Morrison más alcoholizado. De hecho en algunos de sus temas más especiales podemos entrever mucho de The Doors, por ejemplo «Graveyard’s Full», «One Million Lovers» o «Row». Quizás su directo hace que pierdan un poco de esa envoltura de teclados que tan bien queda en disco, pero con más presencia de su batería la pegada anima mucho más el cotarro.
Antes de todo esto vimos la otra cara de la moneda con la joven banda Green Gardens, que parece van a editar su debut discográfico pronto. No es que su concierto fuese malo en absoluto, ya que entre la voz de su líder Olaf Blanch y una banda que estuvo muy en su sitio (entre otros está Imanol de Fuckin’ Bollocks en la formación) hubo apenas fisuras, pero el estilo se tornó en monótono y aburrido. Quizás será una cuestión de rodaje de las canciones, porque buen gusto y maneras tienen de sobra para hacerse notar.
Y como todo esto era una excusa para celebrar el primer aniversario de la promotora Holy Cuervo, sólo nos queda augurar muchos conciertos más en la capital. De paso, hay que celebrar que Boite Live cada día suena mejor, pena que nuestros caminos últimamente no se cruzan tanto.