En fría noche llegó Mark Eitzel a Sevilla; ciudad a la que acudía gracias a las siempre atinadas manos de Green Ufos. El clima era el propicio, por otra parte, para poder disfrutar con recogimiento de la música del líder de American Music Club; creador de canciones cálidas y cercanas tanto en solitario como cuando le da por juntarse con su grupo de siempre.
Tras aparece de no se sabe dónde, con sus compañeros esperándole dentro de la sala desde hacía rato, el de San Francisco por fin subió al escenario copa en mano. Embutido en un largo abrigo, con su característica boina y con las manos en los bolsillos, el artista no tardó en hacer alarde de su privilegiada voz, con una actitud que pronto se fue alejando de la timidez y acercándose a la entrega.
Compaginando temas de sus trabajos en solitario como el reciente “Don’t Be a Stranger” con otros de clásicos de AMC como “California” o “Mercury”, el músico se vio arropado por una muy solvente banda – batería, contrabajo, teclados – que creó de primeras un sonido cercano al jazz y el blues (sonidos a los que se acerca la obra reciente del americano) que sonó muy bien en una sala a menudo difícil en este aspecto como es Fun Club.
Pero a pesar del buen ambiente, parece que a Eitzel no le sentó bien el abuso de fotos y móviles por parte del público y, a los escasos cuarenta minutos, bajó del escenario. Hizo falta algo de insistencia por parte de los promotores para que volviera a subir y ofreciera un segundo set. Fue entonces cuando cayeron “Firefly” y otros temas bien conocidos por los fans de AMC, cuando Eitzel se hizo fuerte a la guitarra y la banda fue dirigiendo su sonido hacia un sonido más rock, acorde con los clásicos del autor.
Al final la cosa se prolongó acertadamente hasta la hora y poco y, a pesar de aquel momento de contrariedad, Mark se mostró afable en todo momento dando las gracias y soltando alguna broma. Los seguidores de siempre, amplia mayoría dentro del escaso medio aforo, lo agradecieron, al igual que la buena colección de grandes canciones.