Tras la fiesta de presentación algo caótica de un par de semanas antes, el grueso del festival Bilboloop tenía lugar el fin de semana del 19 y 20 de noviembre y la primera de las jornadas se presentaba especialmente interesante a la luz de nuestras prioridades.
Comenzaron Gora Japón. Este dúo incombustible formado por un guitarrista/teclista y una baterista llegó para destrozar los conceptos del rock con muchos ritmos entrecortados, mucho ruido (una pandereta yacía sobre uno de los platos para aumentar la cacharrería) y una forma de experimentación en el fondo de lo más divertida y directa. Especialmente atractiva escénicamente era ella, una auténtica máquina de las baquetas que se encargaba de la mayor parte de las voces, demostrando también una garganta elegante a la par que agresiva. Entre sus retazos de ruido y ritmo incluso se atrevieron a versionar algún que otro dance-hit de esos que habitan en el inconsciente colectivo.
Llegaría después el turno de los madrileños Edredón. Llenando el escenario y eso que, por fortuna en el Antzoki tenían cierta holgura que no les permite cualquier sala (entre sus cinco miembros y los parapetos de teclado que llevan). Ejercieron entre la penumbra, el humo y proyecciones que ayudaban a ambientar esa retroelectrónica tan solemne y heredera del kraut. Puede que su directo tenga momentos de baile y de hecho, puede que esos momentos coincidan con las mejores partes, pero en el fondo siguen siendo una banda de rock. Y de rock además en sintonía con su rama más contemplativa, ya que la actitud de los miembros en el escenario tiene más que ver con una formación de post-rock y shoegaze que otra cosa.
Abrieron con los cálidos ambientes de «W3» para empezar a caldear esa mezcla de guitarras y teclados saturados con ambientes escapistas. Entraron en palabras mayores con «La Bola de los Anillos», cuyo largo desarrollo de baile hipnótico sintonizo con parte del público que comenzó a agitarse en una tímida microrave de las primeras filas del Antzoki. Y es que Edredón son la típica banda que, sin inventar nada, se sacó unas cuantas canciones perfectas y damos fe de que en directo no sólo cumplen sino que crecen en intensidad. Y eso que podrían hacerlo más si se decidieran a hacer uso de batería real en todas ya que a veces la imagen de cinco tíos de pie con un ritmo a piñón sonando se hace rara.
En definitiva, seguirían los sintetizadores con la kraftwerkiana «Querido Pedagogo» introduciendo filtros de voz. Después sería el turno de una canción nueva que, en directo no nos cuajó, sigue la linea de su electropsicodelia pero con una tónica más lánguida, sin aparente gancho. Sobre todo cuando después, tras una introducción más extensa y sutil que en disco, llega «Sopena» seguramente su canción más redonda, que encuentra la meditación en el dance-rock. Y para culminar como no, la agresiva «Canguro» con esos ensordecedores gritos que cada vez nos suenan más intensos.
Se metieron al público bilbaino en el bolsillo y nos hubiera gustado a todos que tocaran más, pero ahí acabó todo. Una pena que el setlist fuera prácticamente clavado al de su actuación el pasado junio con tan sólo la inclusión de ese tema nuevo en medio y que sigamos sin poder escuchar «Dialéctica», otro pelotazo que esconde el disco y no parecen decidirse a tocar.
Por último la británica Florrie nos dio la sorpresa de la noche. Nos esperábamos una diva del electropop, algo quizá entre una aspirante a Killye Minogue y Kesha y no, la cosa fue bastante más tolerable y amena. Lo cierto es que eran una banda a todas luces, con su guitarra, bajo, batería y teclados. Claro que, estaba mediatizada por la atractiva presencia de una esbelta rubia al frente, en shorts y tacones. Que se lo digan a las primeras filas, pobladas por varones entre embobados y haciendo fotos sin parar.
Pero lo dicho, el asunto sonaba y más que de electropop podría ser tildado de pop-rock bailable y festivo. La muchacha también luchaba por no ser un sex-symbol sin más, aporreando en varias ocasiones un set de percusión que tenía preparado para ella o colgándose la guitarra eléctrica en alguna ocasión. Si así fuera todo el mainstream, la verdad, no nos quejaríamos.