Comenzando por el final, la vuelta a tierras españolas (después de su regreso festivalero en la edición pasada del Resurrection Fest) del grupo de New Jersey superó las pruebas de actitud y fidelidad. Dog Eat Dog se lo creen y no dan gato por liebre al respetable. Atados a una etapa de éxito muy ligada al boom de la MTV de los años 90 y con un nombre a varios peldaños de los referentes que han perdurado con el paso del tiempo (Rage Against The Machine, Biohazard o Suicidal Tendencies, por citar algunos), son conscientes de su poder convocatoria y las expectativas de su paulatina vuelta a los escenarios en esta década (pasárselo muy bien con los más acérrimos). El “problema” es ése, practicando un género desgastado por el paso del tiempo, solo convocaron a un irreductible grupo de nostálgicos (tampoco el fútbol programado ese día ayudó).
La excusa oficial de la gira europea son los 20 años de la publicación del álbum “Play Games”, eje central del repertorio junto al primer disco “All Boro Kings”, y, como decimos, su hándicap (como el de la mayor parte de grupos encuadrados en el amplio espectro del nu-metal noventero) es enganchar con nuevas generaciones sin material nuevo. Y aunque su carrera discográfica se detuvo en 2006, los blogs y las escenas alternativas demuestran que hay chavales que sigue patinando, fumando sustancias “ilegales”, cuestionando autoridades morales de grado superior y, sobre todo, chicos y chicas con ganas de poguear ante un buen estribillo con base funk o rítmica hardcore. Porque de eso se trata cuando homenajean a los skaters con “Games”, a la vieja escuela del hardcore neoyorkino con “Cannonball” y, sobre todo, cuando dejan el protagonismo al saxo, ese instrumento que selló su mayor rasgo distintivo en los videoclips de antaño en temas como “ISMS”, “Pull My Finger”, “Bulletproof” o ese himno por excelencia (para brincar poseído) llamado “Who’s the King”.
Es fácil meterse en el bolsillo al público con un listado de temas ganadores, pero incidiendo en la frase que abre esta crónica, hay que interpretarlos con el mismo alma y mimo con el que nacieron (y se instalaron en el imaginario) hace tantos años. Con gran parte de la formación intacta de los años dorados (Dave Neabore al bajo –protagonista absoluto del tributo-albornoz a Rocky Balboa cuando entona los acordes de “Rocky”) , John Connor al micro y Brandon Finley con las baquetas, el grupo ha aprendido en sus giras a gestionar los recursos disponibles, léase acompañar a Connor al frente del micro y en primera fila con el baterista en temas hip-hoperos como “ESB” (mientras suena la sección rítmica programada) o la colaboración en la última parte del show de Dan, el tour/merch manager, quien canta, rapea, anima y graba videos/fotos durante la ejecución de “Expect The Unexpected”, “No Fronts” o “If These Are Good Times”). Y así terminaron el show –fuerte en lo musical, agridulce en la convocatoria-, con un autoguiño (el tema “Dog Eat Dog” del EP “Warrant” de 1993), mil sonrisas, abrazos y fotos con los pocos asistentes. Porque se lo creen y respetan al respetable, su mayor legado.