Hay que ser muy valeroso para atreverse a viajar de ciudad en ciudad sólo con una guitarra en pleno 2010, cuando los trovadores del siglo XXI ya suenan como si de una orquesta se tratase. Además, hay que tener mucho talento y al menos unas cuantas dosis de carisma con la que llenar espacios. Damien Jurado la otra noche en el Teatro Lara lo consiguió, a pesar de las tardías de horas a las que le hicieron subir a escena.
Antes de todo esto una cuarta parte de la banda Le Traste tuvo la tarea complicada de convencernos de que iba a estar a la altura de Jurado y su guitarra. La idea era otra, la cosa no se íba a tratar de lloriquear como él y si a tirar de otro espíritu tan Seattle como el del grunge. Compararlo con los últimos periodos de Eddie Vedder igual no es tan descabellado, pero mejor habría que hablar de un sonido cercano al de Counting Crows, los Blind Melon más calmados e incluso mucha melodía punk-rock de por medio. A nosotros nos gustaron bastante sus temas (los puedes descargar gratis en su Bandcamp) y la versión del «Linoleum» de Nofx.
Muy tarde era para cuando salió a escena Jurado, pero si es el precio que tenemos que pagar para tener que gozar del genial Teatro Lara no hay queja posible. El evento podría haber sido muy disfrutable desde cualquier otra sala, pero todo habría sido muy distinto: las lágrimas de Damien al hablar de su hijo y esposa previamente a «I Am Still Here», la intimidad que tanto requiere «Sheets» o el especial aroma envolvente de «Arkansas», son algunos ejemplos.
Damien derrochó carisma, pero en este caso no tanto en su presencia o en la manera de dirigirse al público. No, en este caso la cosa se trataba más de como ser capaz de guiarnos sólo con su voz (en uno de los micros, con efectos) y su guitarra a un viaje lluvioso, como las noches madrileñas de Octubre.
Conviene aclarar una cosa a petición suya, Damien Jurado es feliz pero se le da mejor escribir canciones tristes.