Figura de culto del drone, Aidan Baker se embarcaba casi por sorpresa en una gira española cuasi-vasca (tan sólo una fecha en Madrid y 3 en Euskadi, eso es nivel) y no lo hacía solo sino con su banda del momento, Caudal. Siendo él canadiense, el bajista irlandés y el batería colombiano, ¿cómo es que la banda se formó en Berlin? Pues no lo sabemos, pero resulta de lo más apropiado porque practican un krautrock de manual y así lo demostraron en directo.
En un Ambigú con notable asistencia no sabemos cuanta de parroquianos y cuanta expresamente para el concierto, el trió comenzó a darle al motorik y a tejer climas hipnóticos y obsesivos mientras proyectaban a un lado secuencias de Nosferatu sobre una pared naranja. No había demasiada originalidad en su música para quien fuera con los clásicos del kraut-rock estudiados, ya que pese a la introducción de más dosis de noise o shoegaze, en el fondo la base iba casi siempre hacia el citado ritmo por excelencia del género. Pero sonaron con músculo y pasión y consiguieron mantenernos bajo el hechizo todo el tiempo que estuvieron tocando temas largos y volátiles, en lenta progresión y prácticamente enlazados entre sí. Y nos hacen pensar como hay músicas por las que el tiempo no parece pasar.
Entre los cabeceos y bailes al repetitivo ritmo destacaba algún aficionado algo más emocionado de lo normal. No queremos hacer crónica de sociedad musical, pero el cantante del grupo local Señores lo dio absolutamente todo, arengando a público y banda y hasta simulando actos impuros con la batería. Aunque no estuvo solo; se vio algún que otro baile de puro éxtasis ante las vibraciones que emanaba el trío. Simpáticas anécdotas que además contribuyeron para bien a disipar el exceso de cerebralidad de una propuesta instrumental así.
Aunque el hispanoparlante batería se mostraba confuso ante la posible diferencia idiomática por algún grito festivo de «hijos de puta», la banda, que por cierto venía con abultado merch basado en la carrera de Baker, parecía divertida con el recibimiento, animaba a la gente a acercarse más (quizá ya dándose cuenta de que los visuales de poco servían) y hasta prolongó la hipnosis con unos bises. Terminó el concierto y por si no había quedado claro de qué iba la historia, acto seguido en el Ambigú pincharon Neu!.