Lo que el otro día vimos en el Teatro Lara de Madrid durante el concierto de Bombino ya no sorprende como antes nos ocurría con dicho artista. Recuerdo muy bien estar con la noche ya entrada en pleno Primavera Sound 2012 frente al escenario en que el artista de Agadez se presentaba ante el mundillo occidental (al menos la parte indie, no la parte del world music). No tengo claro de que otro escenario venía, pero si que recuerdo disfrutar como un enano y con los ojos abiertos como platos de un ejercicio de autenticidad rock como ya no se ve estos los días. El Bombino de 2016 ha perdido el factor sorpresa, pero sigue superando la prueba con canciones todavía más pulidas.
Bebe de las influencias de las tradiciones tuaregs de las que viene, pero también de Hendrix y de Knopfler. ¿Sin Tinariwen existiría Bombino? Pues probablemente no, pero aunque no sea su sonido precisamente una renovación del blues-tuareg de Tinariwen, si que ha conseguido dotarlo de un aire especial. Un aire propio, vaya. Y este nuevo disco que venía a presentar a los conciertos de SON Estrella Galicia ponía de manifiesto eso: menos intentos estilísticos por occidentalizar la propuestas y mejores canciones. Dave Longstreth de Dirty Projectors no es que lo haya conseguido como productor, sino también parece haberlo transmitido al cerebro del guitarrista a la perfección.
Ver un concierto en el Teatro Lara es siempre una gozada, consiguiendo esa todavía rara situación en que de verdad distingues el sonido de todos los instrumentos en juego. Comenzaron el show primero con un mini-set de canciones en acústico donde el hecho de tener que estar sentados no nos causó demasiado problema (salvo a un paisano de origen africano que ejerció de maestro de ceremonias en las primeras filas con bailes, palmas y cantos). En cuanto apareció en escena la guitarra eléctrica el público suplicó permiso para ponerse en pie, bailar y la adición constante de palmas.
La meritoria labor de Bombino a la guitarra sigue fuera de toda duda, con una manera de tocar tan peculiar como inexplicablemente adictiva, pero el resto de la formación también destacó por su versatilidad: el simpático bajista Dia Djakrave dando ciertos aires funkies a la propuesta o el norteamericano Corey Wilhelm con una irrefrenable soltura a las baquetas.
Quizás el único problema con el que se enfrenta Bombino a la audiencia fue un excesivo seguimiento del guión creado en estudio. Está claro que la propuesta del artista termina quedando algo repetitiva tras más de una hora de duración. Puede que para la próxima no le valga con volver a dar un show con idénticos ingredientes, aunque seguiría siendo una experiencia única y muy auténtica.