Julio, fiestas a porrillo en los pueblos de Vizcaya y calendarios musicales de auténtico bochorno, por lo general. El sábado encontrábamos la excepción en Berri Txarrak, precisamente coincidiendo con Motörhead tocando en sala en el mismo municipio, ya es casualidad. Sin duda podemos decir que Berri Txarrak, de los grupos típicos de fiestas, es de largo el que más se ha ganado estar aquí, ya que sus giras internacionales de los últimos años les ponen muy lejos de conformarse con este circuito.
Así pues tras el típico grupo local de punk-rock costroso, al que el mejor adjetivo que se le puede otorgar es el de entrañable, tocaba el turno al trío navarro, en uno de los últimos conciertos antes de que su bajista, «Rubio» abandone la ya mermada banda. Por este motivo, recibió más que ninguno el calor del público.
Sonó la intro de piano utilizada en su documental y arrancaron a todo gas con «Pintadek», para seguir con «Gelaneuria», una dupla que bien ilustra el equilibrio de una banda que sabe bascular con acierto entre géneros como el thrash y el pop, sin hacer ni lo uno ni lo otro. Y así, a su estilo de siempre enlazaron tema tras tema, sin apenas hueco para el aplauso, casi todos coreados por un público, lo que lleva a pensar si un grupo como Berri Txarrak no hace más por el euskera que todos los planes institucionales juntos.
No faltaron en su repertorio versiones, como «Spiders» de System of a Down, amagos de ellas como un reconocible riff de Death From Above 1979 y su tema nuevo «Min Hau» que suena a hardcore melódico. Lo cierto es que ver un concierto de Berri Txarrak genera una mezcla de sensación de familiaridad a la vez que uno se da cuenta de lo grande que es su directo, en especial, la comunión con su público en directo. La marea de manos en al aire y dando palmas a mitad de «Eskuak» es sin duda el momento más emotivo de la historia del rock euskaldun.
Coherentes con su música, los pocos discursos que dan los hacen en euskera, como una alusión a la libertad de los presos. La excepción vino tras «Stereo», tema dedicado a Miguel Sanz, que Gorka soltó un sonoro «UPN neofranquistas de mierda», tal vez para que le entendiesen bien. Por un lado uno agradece cuanto menos política mejor en un concierto, por el otro supongo que sería traicionarse a si mismos el no pronunciarse.
Para el final, que contó con dos tandas de bises, se guardarían traca del tamaño de «Libre (c)», «Zertarako Amestu», «Bisai Berriak» o «Denak ez du Balio», para la que hicieron subir al espontáneo de turno, amable detalle aunque en este caso les deslució un poco la canción. El final, con la colaboración con KOP «Sols el Poble Salva el Poble», que se adapta como un guante a su repertorio y el ya clásico estallido de «Ohiu», single que supuso un nuevo comienzo para la banda, tomar el camino que les llevó una vez más a triunfar, en esta ocasión en Barakaldo.