Era yo un jovenzuelo (bueno, quizás no tanto) cuando me acerque a ver a los Metallica en el Festimad del 99. “Una actuación muy correcta, pero quizás le falte algo más”, me dije. Y como no era cuestión de irse a casa, me acerque a ver a unos chicos suecos que no conocía de nada y de nombre un tanto raro: Backyard Babies. Me quedé alucinando, pensando “de la que se han librado Metallica, de que no salieran esta gente antes”. Ellos sí que tenían lo que le faltaba a Metallica: vivir lo que hacían.
Indagando, me entere que Backyard Babies eran una banda sueca formada en Näsjo en 1987. Hasta 1.994 no vieron como salía al mercado su primer disco, Diesel & Power, que no tuvo una gran repercusión mediática. Fue en 1.998 cuando la banda dió un verdadero salto de calidad con la aparición del Total 13, un disco de sonido sucio, entre el rock y el punk, con ciertos toques metálicos y al que el título no le podía hacer mejor resumen: eran 13 canciones absolutamente totales, sin ningún género de dudas, una verdadera obra maestra. Luego vino el consiguiente fichaje por una multinacional, y aunque ello les debió sentar bien a sus bolsillos, la cuidada producción del disco no hacia justicia al sonido de su anterior trabajo y quedé un tanto decepcionado, aunque el álbum era muy notable. Y en el año 2.003 llegó el Stockholm Síndrome, una maravilla de álbum, al que únicamente puede ponérsele el “pero” de que parece que para los Backyard alcanzar el nivel del Total 13, iba a ser ya totalmente imposible.
Bajo estas premisas me acerque el viernes, 14 de mayo a la sala Arena (Madrid) y después de superar a los porteros, con la habitual chulería de los mismos, me aproximé al escenario, en donde se podía comprobar lo variopinto de la gente a la que atrae este grupo. Después de un corto periodo de espera y después de que sonara justo antes el himno Rock’n’roll Radio de Ramones, que la gente nos tomamos como verdadera parte del concierto, justo a las nueve y media en punto, irrumpieron los Backyard Babies en el escenario. Los primeros momentos del concierto fueron un poco titubeantes, no por su parte, sino por los ingenieros de sonido, ya que no estaba perfectamente ajustado y prácticamente sólo se oía a la voz y batería y prácticamente nada, a los bajos y guitarras, pero una vez superados estos problemas, el sonido fue perfecto.
La pauta del concierto, reunió todos los clichés del genero, desde el lanzamiento de púas por el procedimiento del escupitajo, al progresivo despelote de Nicke Borg (Voz y guitarra) y Dregen (guitarra principal), lucimiento de tatuajes y piercings varios, posturitas a contraluz, caretos … pero con el toque característico de los Backyard: lo que hace esta gente te lo crees porque son así. Nada de prefabricación, ni edulcorantes, ni ningún tipo de aditivos, puro rock’n’roll interpretado por una gente que cree en lo que hace y a los que crees en lo que hacen.
A una velocidad pasmosa y sin tiempo para el respiro fueron desgranando la práctica totalidad de su último disco Everybodys Ready, Earn the crown, Pig for Swaine, You tell me you love me you lie… con lo que pude comprobar que el sonido de estas canciones en CD, y como era de esperar, no reflejan ni un 50 % la energía que demuestran los Backyard en el escenario, pero que con los temas con los que la gente más nos enfervorizamos son los del aclamadísimo Total 13, de donde no podía faltar el Look at you, Make me Madman, U.F.O. Romeo, con participación estelar del público en todas ella y el punto álgido del concierto, el himno Highlights, con el que la sala fue un bullidero. Del Making Enemies is Good, interpretaron Brand New Hate, The Clash, y por supuesto, mi canción favorita de la banda, Star War, por el “crack” de Dregen, estratosférico todo el concierto, que aparte de esta también interpreto la hard-rockera One Sound (después de oírle, se pregunta uno, por el motivo de que no cante más canciones), y que para mi fueron las dos canciones que mejor sonaron de la noche.
El nivel musical excelente como siempre, con una batería que se sale de los parámetros que junto al bajo, son terreno abonado para que Dregen sólo tenga que lucirse, cosa que no es que le cueste especialmente y Nicke Borg, solvente en la voz, que aunque no sea un gran vocalista, su manera de interpretar es la exacta que necesita el repertorio del grupo.
Después de hora y veinte minutos de descarga adrenalínica, y obligatorios bises, cerraron el concierto, con Minus Celsius. Muy divertido el juego que se trajo Dregen con el riff inicial de la canción y buena canción para cerrar el concierto, porque nos bajamos toda la Cuesta de San Vicente hacia Norte canturreando la cancioncilla de marras.
El único reparo a poner, a parte de los 21 euros de la entrada, claro, es que, quizás faltaron alguno de mis temas favoritos de la banda como Spotlight the sun, Robber of life o Colours, pero de eso te das cuenta en un análisis del concierto a posteri, porque lo que fue en tiempo real, al menos yo, me lo pase como un enano, y por lo visto en la sala, eso le ocurrió a más de uno. Ahora sólo me queda ya esperar a su próximo concierto y degustar el agradable sabor que dejaron en mis oídos estos chicos suecos.