Venir de dos conciertazos a comienzos de semana de un tipo de 60 años como Bruce Springsteen y acabar la semana laboral el viernes con uno de unos veinteañeros aún con acné como Arctic Monkeys es de lo mas bizarro que uno puede hacer. Lo más curioso es comprobar como los que acaban de empezar son insípidos y el que está de vuelta de todo se come cada noche el escenario (hasta enfermo).
Pero antes de todo esto merece la pena acordarse de lo pronto que empezó todo, con una puntualidad digna de aplauso por parte de la organización. Eso sí, para cuando Reverend And The Makers aparecieron en escena en La Riviera sólo estaban los frikis que habían ido pronto a hacer cola y los que solemos fiarnos de las horas que ponen en la entrada (se diga lo que se diga la única hora oficial eran las 19:45 de apertura de puertas, así que poco motivo de queja tiene la gente que apareció a las 21:30…).
Los de Sheffield a pesar de no tener excesivo público dieron un magnífico concierto de apertura para sus vecinos Arctic Monkeys. De esos teloneros que te hacen pasar un rato divertido y ameno pero además con unos grandes detalles de cara al futuro. Por un lado, parecen la típica banda de teclados tocados por una tía que no tiene ni idea, pero luego resulta que en el otro lado del escenario tienen un teclista de verdad que hace que incluso uno se acuerde de los teclados de Devo o de New Order. Luego el grupo tampoco suena a puro petardeo tan de moda, sino que el trasfondo rock de guitarras y sobre todo de dos baterías deja un sonido muy fresco en estos palos. Si a todo ello sumamos al reverendo animando a la gente y cantando en una tonalidad que incluso hacía recordar a Trent Reznor pues uno se queda con el pabellón bastante alto.
Para cuando Arctic Monkeys salieron a escena no cabía un alfiler en las primeras filas y los pocos huecos que quedaban en el resto de la sala obedecían más a la gente que llegó tarde que otra cosa. Euforia desmadrada ya en los teloneros que con la introducción al concierto ya era completamente desbordada. Parece que ir a ver a Arctic Monkeys ahora mismo está mas igualado a ver a unos Coldplay o Franz Ferdinand que a una banda menos mainstream. Las primeras filas eran un increíble hervidero de gente chillando y empujando que no recordaba desde precisamente el concierto de Franz Ferdinand en el Madrid Arena. Una vez más teníamos la prueba de que los conciertos mas agobiantes y llenos de avalanchas son las de las modas indies.
Ajenos a ese desborde de energía Arctic Monkeys comenzaron muy suaves: introducción y luego «Sandtrap» con la gente aún sin saber si estallar o no del todo. Luego vinieron «I Bet You Look Good On The Dancefloor», «Dancing Shoes», «Fake Tales Of San Francisco» o «Balaclava» y la marea de gente y de empujones se veía alucinantemente bien desde la parte alta de la sala. Buen sonido el demostrado esa noche en La Riviera y que utilizaron los de Sheffield para seguir repasando «Favourite Worst Nightmare» y «Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not» con sobrado éxito entre el público pero escasísimo derroche de nada.
Porque no nos engañemos, a estos cuatro les sobran temazos y «I Bet You Look Good On The Dancefloor» o «Fake Tales Of San Francisco» valen su claro peso en oro. Hasta ahí todos de acuerdo. Pero encima de un escenario son correctos en la ejecución pero fríos en el sentimiento. Es como si ninguno de ellos realmente disfrutara tocando esos temas que han compuesto y tanta fama los ha dado. Como si les valiese con tocar impasiblemente e irse mientras su publico les adora. Todo ello les va a traer problemas sino cambian el chip, por que «Favourite Worst Nightmare» y «Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not» son discos sobresalientes y ahora son la moda, pero de aquí a un par de años probablemente hayan recibido ya varias patadas en el culo.
Posteriormente llegaron dos de los momentos álgidos del concierto, entremezclados con canciones de segunda de su repertorio como «Put Me In A Terror Pocket» o «Da Frame 2R». La primera fue su perfecta ejecución de «When The Sun Goes Down» con todos coreando al unísono y la otra una debilidad personal de «Flourescent Adolescent» como contrapunto de tranquilidad para ese derroche de energía (del publico, claro). Siguiendo la idea de tocar una canción tras otra, en lugar de hacer alargar el concierto con su corto repertorio – un gesto que les honra – llegamos a un final bastante brutal con «Brianstorm».
Se van, la gente corea el nombre del grupo y los Oe Oe de siempre como si estuvieran ante el mejor grupo de la historia y como compensación la banda caga un concierto que aunque no había sido sobresaliente se había sabido valer de las magníficas canciones del grupo de veinteañeros. Pifia soberana eso de regalar a la gente un mísero «View From The Afternoon» entre mezclados con más piezas de segunda como «Nettles» o «If You were There» que hizo que el contador llegara a la hora y cuarto de concierto. Ni «A Certain Romance» ni sobre todo una de sus mejores piezas, «Mardy Bum», en el set list y cierto amargor en cuanto al repertorio (que no en cuanto a la duración, que hablamos de Arctic Monkeys no de Ben Harper).
Un servidor no había visto a Arctic Monkeys desde que sacaron su segundo disco y puede asegurar desde el concierto de La Riviera que hacen honor a su nombre, pues son fríos y sosos. Luego hay que reconocerles que hoy por hoy tienen un conjunto de canciones bastante inigualables en el indie británico, con lo cual salvan los conciertos. Esperemos que no sigan tan cuesta abajo en los conciertos o cuando pasen de ser el grupo de cabecera de los posers y de los chavales indies tendrán difícil el mantenerse.