El concierto empezaba con una polémica y con una curiosidad. La polémica era la sustitución de Autumnal por una banda paralela de Danny Cavanagh, Leafblade, y la curiosidad era ver como sonaba (y como era) la sala Penélope.
En cuanto a la polémica, yo diría que le salió mal la jugada a Danny. Muchos mejores teloneros hubieran sido Autumnal, visto lo mucho que pasó el público madrileño de lo que ocurría en el escenario, y lo que habló, que hasta el propio Danny tuvo que pedir silencio en alguna ocasión. Buenas voces pero escasa originalidad lo de Leafblade, a los que nunca nadie hubiera prestado atención sino por ser, eso, una banda con uno de los hermanos Cavannagh. No estuvo mal, pero hubieran sido una banda más propia para acompañar una comunión de un sábado, que para acompañar a todos unos Anathema.
En cuanto a la curiosidad, Penelope resulto ser la sala MOPU de cuando uno era más joven y más fiestero, pero eso sí, en versión pija. Me temí lo peor, pero la especial disposición de los altavoces. hacia que la música se oyera bien en toda la sala. A parte de la queja de toda la vida, es decir, de los precios de la bebida y de que según te movías por la sala podías pasar de padecer un clima polar a clima tropical, una buena sala para este tipo de conciertos. El único punto negativo verdaderamente de la sala (y de todo Madrid, en general) lo contaré al final del concierto, para ir por partes.
Mejor que con «Deep» no podía empezar un concierto para mi, uno de mis temas favoritos. Pese a algún desvarió electrónico en los primeros temas del concierto, aquello rodaba y sonaba de fábula. Tremenda voz la de Vincent Cavanagh y set list para saltarle los lagrimones hasta al más pintado. Porque, madre mía, escucharte «Shroud of False», «Angels Walk Among Us», «Lost Control», pero sobre todo «One Last Goodbye», y cuando ya piensas que eso no se puede superar, un «Fragile Dreams», es impagable, además con tan buena visión del escenario y tan buen sonido. Volvieron a hacer la jugada de dejar de tocar mientras dejaban un playback para demostrar que suenan igual que en disco y para redondear la faena nos metieron la versión de «Confortably Numb» de Pink Floyd.
La gente acabó completamente entregada al final del concierto. Más de diez minutos estuvimos pidiendo bises, esperando que la banda volviera a aparecer, encima que estábamos alertados de set list más largos en otras ciudades (véase Lisboa antes o Granada después) pero en Madrid, una vez más, pues nos quedamos comiéndonos los mocos. El motivo, el de siempre, una sala más interesada en abrir a su hora como discoteca, que en rendir homenaje a una de las bandas grandes de la escena mundial. Una pena, pero es un hecho que no es sólo achacable a la Penélope.
Visto lo visto, el concierto que pudo acabar en orgasmo, acabó con una cierta sensación de coitus interuptus, pero salvando esa sensación fue un soberano concierto, de una de las mejores bandas del planeta. Pena no haber ido a Granada el día siguiente, donde el concierto paso de dos horas, frente a la hora y media de aquí. En fin, sólo queda pedir que vuelvan pronto, para que toquen lo que no pudieron tocar en Madrid.