/Reseñas///

Velvet Revolver – Contraband

Velvet Revolver - Contraband portada
Columbia, 2004
Productor: Velvet Revolver & Josh Abraham
Banda: S.Weilland, Slash, D. Kushner, D.McKagan, M. Sorum

Géneros:

7.8

Bien. Vamos a presentar un disco que no necesita presentaciones. Con Guns N Roses convertidos en el juguete que Axl no quiere compartir y Stone Temple Pilots disueltos, hace cosa de un año tres ex-gunners (Slash, Duff McKagan y Matt Sorum) estaban buscando vocalista para formar un grupo. Aunque se barajaron nombres más obvios como Sebastian Bach, la sorpresa saltó cuando salió a la luz que Scott Weiland estaba ensayando con la banda. El círculo se completó con el ex-Wasted Youth Dave Kushner y el nombre, Velvet Revolver con claras alusiones al pasado, llegó más tarde.

Tras meses de retrasos, polémicas mediáticas, Weiland saliendo y entrando de juzgados y clínicas de desintoxicación, etc. por fin ha visto la luz tan esperado debut de una banda de perros viejos producido por la propia banda con ayuda de Josh Abraham. Un disco que como no podía ser de otra manera, resulta un collage de hard-rock, punk, blues, grunge y sleazy donde la sombra de Weiland puede más de lo esperado. Así lo deja patente nada más comenzar Sucker Train Blues, que introduce con unas sirenas un rock&roll canalla y acelerado de guitarras compactas y estribillo simplón.

En un disco tan esperado se hace necesario un análisis de los adelantos que obviamente mediatizan la posterior escucha del álbum completo. Set Me Free fue el primer single de la discordia (escuchada hace meses en la BSO de Hulk) que desató fiebres y decepciones a partes iguales. Conciso, al grano, hard-rockero al estilo de unos Pilots imbuidos de glamour. Atención a esos coros tan punks y hooligans finales. Después llegó Slither, segundo single adictivo e ideal para los más nostálgicos de los STP oscuros aunque con toques del sleazy angelino, que no dejan de resultar superficiales a pesar de que contenga uno de los momentos más brillantes de la exhibición de Slash.

Podemos hablar por una parte de temas más o menos acertados pero que ciertamente recuerdan al pasado, en especial a los comienzos de Stone Temple Pilots como ya se ha apuntado. Así ocurre en Big Machine. Un ritmo constante, bajos y baterías graves, Weiland con su voz en plan lúgubre… aunque a veces da la sensación de que el espíritu de Axl se apodera de su garganta. ¿Será el tratamiento de rehabilitación? El camaleónico vocalista también gana la partida a Slash en temas más corrientes como el rock melódico de Spectacle, o el grunge acelerado de Dirty Little Thing, de frente y lineal.

En el aspecto más reposado encontramos algunos de los momentos más brillantes y optimistas del disco. Como You Got No Right, medio tiempo en la onda de los últimos Pilots más beatlemanos, que a buen seguro será toda una fiesta en sus conciertos. O Fall To Pieces, una balada de rock épico que nos retrotrae a los ochenta, llegando a recordarnos a bandas como Queen en el momento álgido, o sea en ese pedazo de estribillo que nos invita a lanzar el último disco de The Darkness a la papelera. Aunque seguro que pronto lo tendremos sonando a todas horas y acabemos saturados de nostalgia de rockstars de estadios.

Volviendo al hard-rock, el disco contiene cierta diversidad como el toque de punk sleazy en Do It For The Kids, el rock setentero y áspero en Headspace, (la estética stoner destaca en el artwork), o riffs muy GNR como el de Superhuman que nos recuerda al mítico de Sweet Child O Mine y adecenta un tema deslabazado y de estribillo soso, o mi elección personal; Illegal I Song donde la toma de contacto con el rock angelino se hace a través de Jane´s Addiction, algo que resulta evidente a nivel tanto vocal como instrumental, donde todo resulta sobresaliente y se llegan a crear remansos progresivos de psicodelia instrumental.

Tal cúmulo de canciones rocosas, riffs y solos, se cierra con Loving The Alien, una balada arrebatadora y una de esas pocas canciones donde no reconocemos a los músicos a primera escucha. Y eso es bueno, muy bueno. Es oírla e imaginarnos lo menos en Woodstock empuñando un mechero al aire en la noche. Una sensación de calma y placidez irrepetible en el disco con una producción exquisita. Esta placidez es rota súbitamente por el gamberrismo que supone una banda así abordando el Bodies de los Sex Pistols, donde Weiland se convierte literalmente en Johnny Rotten adoptando el mismo tono seco y asqueado. Si es que les une algo más que la música…

Si hay un disco que desatará diferencia de opiniones este año, será este. Habrá quien les tome como una parodia incapaz de desligarse de su pasado y tendrá razón a medias, pues la innovación es pura anécdota. Pero de vez en cuando no nos hace falta nada nuevo sino algo que nos recuerde que el rock no está perdido y que enseñe a las nuevas generaciones a creer en él. Para muchos Audioslave obró este milagro. Tal vez para otros tantos Contraband sea el revulsivo que les haga ver la luz.

El futuro puede ser brillante porque me da la impresión de que, aunque se hayan tomado su tiempo, este es un disco en el que sus autores se han visto mediatizados por muchos factores adversos (presión de los medios, expectación desaforada de fans, problemillas con las toxicomanías, etc). Será difícil que una banda con músicos tan grandes ya formados se lleve bien pero cosas más raras se han visto. Mi consejo, olvídate del pasado, escucha Contraband y disfruta mientras dure.

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1 de enero de 2004