/Crónicas///

Opeth – Madrid (09/12/2005)

M. Åkerfeldt, P. Lindgren, M. Mendez, M. Lopez, P. Wiberg
5.0
Arena, Lleno
Precio: 20 €

Aunque parezca raro, después de las ya muchas crónicas que llevo escritas para esta página, cuando uno se encontraba en los momentos previos a asistir a este concierto, jamás podía pensar que iba a ser el mayor fiasco de concierto al que he asistido en los dos-tres últimos años. Si me dicen que, por fin, para un concierto de un grupo capaz de aglutinar a toda la tropa de mis amigos desde los más “heavilorrios” hasta los más “alternativillos”, después de que el grupo firmase un disco inmaculado, posiblemente el mejor a nivel composición del año como Ghost reveries, con una trayectoria igualmente sin mácula de ya ocho álbumes, con unos musicazos que lo son, iba a tener que escribir una crónica de queja, en vez de alabanza, es que no me lo creo.

El caso es que el concierto fue un despropósito desde el inicio. La gente trabajamos, nos preparamos y quedamos, en buena lógica, en función de los horarios que aparecen en las entradas. A pesar de que uno sólo ha oído buenas referencias de los teloneros Burst, al final intentas ligar todo para llegar a la hora a la que empieza el grupo principal, porque no te queda otro remedio. Pues bueno, aunque nos hubiera dado por ir a ver a los Burst, el caso es que por la gracia de los Opeth el concierto empieza más de media hora antes de lo que marcaba la entrada. Entras con diez minutos de tiempo sobre el inicio y te encuentras que aquello por lo que has pagado, esta ya casi a medias.

Encima ya del malestar que esto te provoca, te encuentras que la organización ha hecho el agosto y ha vendido entradas a saco. Si a eso le unes lo peculiar de un recinto como la Sala Arena, que sitúa una barra en mitad de la vista al escenario, pues es de imaginarse la visión que tenemos los de las últimas filas de lo que ocurre en el escenario. A parte la lata que te pueden dar durante un concierto toda la gente que te pide paso para ir al baño todo el rato y en especial en la parte que más te gusta de “The Grand Conjuration”, los riffs centrales.

Lo explicado no es un buen inicio, pero es que tampoco Opeth ayudan mucho a que el malestar se disipe. Los conciertos tienen dos partes: tocar y transmitir. En la primera parte de diez. Mikael Akerfeldt lo borda tanto con las voces guturales como con las voces melódicas y el resto de la banda está perfectamente a su altura,. Pero la segunda parte es de suspenso. Entre tema y tema Mikael nos “deleita” con aburridos soliloquios al más puro estilo Pepe Navarro, que ya rayan en el absurdo cuando antes de la última canción se monta un concursito para ver quién le decía cual era el verdadero nombre de Bruce Dickinson. Si alguna vez tuviera esa inquietud lo busco en Internet, pero no hay porque aguantar un parón de ese estilo en un concierto. Por lo demás, fueron tocando temas de todos sus discos, “When”, una monumental “Bleak”, “Deliverance”, “Ghost of Perdition”, “The Grand Conjuration”, ante el delirio de los incondicionales de las primeras filas, aunque con una sensación de desgana alarmante, sea por el carácter de estos suecos, o porque realmente no tenían ganas.

En la parte positiva, lo dicho, grandísimos músicos, grandísimo sonido y plena nitidez de las interpretaciones para una sala con tan deficiente acústica como la Sala Arena, pero sin saber, al menos a mi persona transmitir todo el universo sónico que son los discos de los Opeth, más allá de lo que los disfruto en el salón de mi casa o con mis cascos en la RENFE camino del curro. Si para la próxima gira se tienen noticias de que la propuesta escénica mejora, se volverá a verlos, pero para otra vez lo mismo y para pagar veinte euros, me los pongo en casa, que es más barato, me transmite lo mismo y aseguró que no me van a cambiar los horarios.

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9 de diciembre de 2005