¡Cómo está la prensa musical amateur!

Qué bonito es el amor, más que nunca en feiticeira. ¿Pero qué me decís del odio? La intolerancia, la irritación, sensaciones negativas que mueven el mundo. Pues hoy toca hablar de ese mal rollo que te genera leer ciertas cosas en prensa musical, lo mismo amateur que «profesional», con todas las comillas del mundo algunas veces. Esos lugares comunes, esos chascarrillos más viejos que un «efectivy wonder», esas historias que casi no le interesan ni al que las escribe. Automatismos en los que a veces todos caemos, pero para cortar un mal primero hay que detectarlo.

 

El cuenta-cuentos

Una cosa es establecer un nexo emocional personal con la música y otra bien distinta dedicar 3/4 de una reseña a contar tus primeras experiencias sexuales en «mode sci-fi on» o asegurarte de que se sepa con cuántos amigos te encontraste en ese concierto y la fiesta que os echasteis. Si quieres hablar de tus cosas en vez de las bandas, ábrete un blog. Mejor un fotolog si es que aún se puede, que ahí se escribe menos y el mundo te lo agradecerá.

 

¿Empieza ya el telonero? Luego vengo

No hablar del telonero me parece una falta de respeto colosal, indigna de un cronista. Si pasas del telonero, ¿qué dice eso de tu espíritu crítico? Por ejemplo, que te niegas a ser sorprendido en directo ya que una banda que no conoces no te interesa o a una banda que en principio no te gusta le privas de una oportunidad en directo. Poco se puede confiar en un redactor musical así.

 

Pues son muy majas y lo hacen muy bien

Vale que pueda ser un hecho relevante comentar que una banda esta íntegramente compuesta por chicas, ante lo infrecuente del caso. Pero de ahí a reiterar el dato y adornarlo con descripciones de lo simpáticas que son, lo guapas que van y lo bien que lo hacen, como si tuvieran algún tipo de handicap, pues hombre. Está muy bien que babees en el concierto con las muchachas, pero trata de no trasladarlo a la crónica, que dejas el teclado perdido.

Para no extenderme, meteré en este apartado consideraciones sobre lo graciosos que son los músicos gays o lo simpaticotes que son los músicos negros, argumentos que en manos de expertos del hablar sin decir nada pueden llenar por sí solos líneas y líneas. Aunque parezca mentira, por defecto un negro gay no es más gracioso que un blanco heterosexual. Qué va, los gordos tampoco.

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Basta ya de juzgar a los grupos de chicas sólo por su aspecto.

 

 

La banda de su pueblo

Cierto es que el gentilicio es un recurso que va de maravilla para no repetir el nombre de la banda y sin pensar demasiado. Pero vamos, que al lector tanto le va a dar si el grupo es Rentería o de Eskoriatza. Ya si hablamos de fórmulas geográficas tan acotadas y reiteradas como «Los de Barcelona… la banda de la Ciudad Condal… los catalanes…», los niveles de información aportados corren el riesgo de provocar un esguince cerebral al lector.

 

Siempre hablando de fúuutbol

Llega la parte controvertida del artículo. No voy a esconder que esto va marcado por mi sopor ante el fútbol moderno. Pero se supone que se usan las figuras retóricas cuando faltan palabras para describir la grandeza o sutileza de algo. Y ya dudo que el mundo del fútbol aporte un léxico más rico que el de la música. «Los minutos de descuento», «ganar por goleada», «subir de división»… me resultan símiles exasperantes aparte de manidos. Ya si me comparas a un «crack» musical con C. Ronaldo o Messi, puedo ponerme en modo niño loco alemán con facilidad mientras lo leo.

 

Obviedades inofensivas

Hay frases que escribimos y después no leemos con atención. Por sí solas son inofensivas, pero cuando se acumulan dejan a las claras que alguien está escribiendo con el piloto automático puesto. Por ejemplo, este tipo de cosas:

«El bajista y el batería llevaron el peso rítmico del concierto» Oh, really?

«La banda vuelve a retomar el sonido que le caracterizó» No está mal, pero faltaría el dato de cuántas veces lo ha retomado con anterioridad.

«Primero salieron los teloneros…» Y después los cabezas de cartel. Gracias, Sara.

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A veces conviene recalcar los conceptos.

 


Halagos o desprecios gratuitos

Vale que a tu suegra le digas que el concierto que viste ayer de Triángulo de Amor Bizarro estuvo genial, sensacional, increíble o que fue una mierda como un piano, pero se entiende que si te pones a escribir de ello, ofrezcas al lector algún argumento con el que estar o no de acuerdo. Porque anda que no se leen cosas tipo: «La banda de simpáticas chicas de la Ciudad Condal estuvo sensacional llevando al directo las canciones de su último disco». Y se quedan satisfechos, oye. Para eso prefiero lo de las primeras experiencias sexuales.

 

Por cierto, si queréis disfrutar en su plenitud de todo tipo de cortocircuitos neuronales de nuestra prensa musical, no perdáis de vista este tumblr, que a ver si lo actualizan. Por material no será.

 

Y tú, querido lector, ¿qué no aguantas de los juntaletras musicales? ¿Los blogs de opinión seudosatíricos sin puta gracia? ¿Que se dirijan a ti en un texto? ¿La concatenación de interrogantes?

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