En vilo nos tenían dos de las figuras clave de los 90 sobre su proyecto conjunto. Los seguidores de Greg Dulli y Mark Lanegan, dos de las figuras más eclipsadas pero a la postre mejor reconocidas de los años del grunge, empezaron hace unos años a colaborar esporádicamente en directo llegando a adoptar el alias de «The Gutter Twins». Los seguidores de ambos músicos no tardaron en salivar como locos, estado en el que han tenido que permanecer hasta que finalmente se han decidido a sacar el disco, o han encontrado tiempo entre sus múltiples quehaceres.
Por ello el misterio que arranca con «The Stations» se ve tan magnificado y no podía ser sino Mark Lanegan quien llevara la voz cantante en esta un tanto lúgubre tesitura. Poco a poco, los ritmos pesarosos pero ágiles se engalanan con violines y los melódicos aullidos de Greg Duli. Pues parece que la pareja ha logrado crear un ambiente mágico desde el primer momento. Es uno de los momentos más colectivos de un disco bien repartido entre ambas personalidades, donde cada cual se adapta al espectro del otro, tal vez saldándose con una presencia ligeramente mayor del ex-Afghan Whigs. Así la balanza se inclina de su lado en el single «Idle Hands», himno con mordiente que nos remite a los más potentes Twilight Singers, mezclando rock contundente con destellos electrónicos en la producción. Un lienzo en el que la voz de Lanegan encaja perfectamente.
La marea creativa de Dulli también arrastra a Lanegan cuando el rock épico juega con las melodías ensoñadoras de corte indie. Muestras de ello, primero «God’s Children» y la escalofriante «The Body», de base trip-hop y en la que sin embargo los coros ponen el contrapunto oscuro al sentimiento feliz de la estrofa. Sublime. El cantante y guitarrista vuelve a traer delicadeza en «Circle the Fringes», bonito medio tiempo dominado por un riff acústico y un violoncelo al que se suma Lanegan para ofrecer el regusto mate.
Que tampoco parezca que Mark Lanegan es una mera comparsa en el disco. Su figura mediatiza claramente canciones como «Who Will Lead Us?», donde vemos la sombra de la psicodelia de Screaming Trees, en un tono relajado y acentuado toque sureño. Ese viaje narcótico por aguas de la psicodelia y el blues continua en «Seven Stories Underground», recordando también a su paso por QOTSA y su toque espiritual. También se muestra dominante en «Bete Noire», desolado western, aunque sea moderno y use teclados. También el músico de Seattle protagoniza la que podría ser la más floja del disco, «All Misery/Flowers». Aquí muestra el ambiente tétrico y la aspereza saturada de la leyenda que se ha labrado. De alguna forma y aunque es de alabar el arrojo del rockero, el salto entre blues y hip-hop que trata de tejer no es cosa sencilla.
Por tanto es radical pero amigable el contraste del tono más clásico y regular del crooner de Seattle y su admirable templanza con los arrebatos pasionales del músico de Ohio, por ejemplo «I Was In Love With You», desbordando épica con un teclado repetitivo. En lo que ambos coinciden es en sus coqueteos electrónicos, por ello no es de extrañar que la incluso bailable «Each to Each» (al estilo de unos Radiohead o Massive Attack, tampoco hace falta salir corriendo) sea uno de los momentos en que ambas figuras se ensamblan mejor. Tal vez por no ser el territorio natural de ninguno. Y tras el choque, «Front Street», un cierre nocturno y atmosférico, muy a la medida de Lanegan, pero donde Dulli nos cuenta la historia principal en torno a una acústica permanente.
Como en todos los discos que crean expectación, es de esperar un tono escéptico de la crítica ante «Saturnalia». Por supuesto, The Gutter Twins no han hecho el disco de la década, ni sorprenderá a quién siga las carreras de sus creadores. De hecho, podemos considerarlo un paso más en las estela seguida por Twilight Singers, marcado por la inestimable huella de la ronca voz de Seattle. Dos visiones musicales cercanas, pero lo suficientemente personales como para enriquecerse mutuamente.