Maravillado me quedé al descubrir esa extraña mezcla en bruto que era «The Chemistry of Common Life» segundo largo de Fucked Up, banda ya famosa por mezclar punk y hardcore old-school con tendencias del indie-rock, la psicodelia y los muros de guitarra del shoegaze. Esta colisión les valió hacerse un hueco en el elitista mundillo indie y llegar así a un público más amplio a medida que sus actuaciones en directo, marcadas por la acción de su frontman, se ganaban a sectores más proclives al rock que no tuvieran suficiente con su conflicto sonoro en estudio.
La banda no ha hecho pues más que expandirse y así se explica como se ha pasado de la ortodoxia de «Hidden World» al presente «David Comes To Life», basicamente un disco de indie-rock lleno de riffs pulidos y melodías sobre los que Damian Abraham va dejando sus rugidos, ahondando en esa mezcla de lo bonito y lo feo, lo cuidado y lo visceral. La diferencia esta vez es que la banda ha ido más allá, ideando un disco conceptual en cuatro actos. No hay que temer por la pretensión en lo musical, en su anterior disco podíamos escuchar temas revestidos con mayor épica o duración, sin ir más lejos.
En lo lírico trata de la historia de David (personaje de un antiguo tema suyo, titulado como el disco), un joven británico en los 70-80 cuya novia fallece, como punto de partida a una lucha vital. La historia es sugerente, pero musicalmente, 18 canciones y 70 minutos, no hacen bien a su estilo, máxime cuando carecen de la variedad que «The Chemistry of Common Life» tenía. El problema de su fórmula es, que por especial, no es bueno abusar de ella y eso añade puntos de monotonía a un disco que, por lo demás, está lleno de canciones buenas y algunas brillantes.
Vamos a los ejemplos y lo que les hace destacar. «Queen of Hearts» auna maravillosamente punk y melodías de velocidad psicodélica, sensación espacial aumentada por la réplica que la voz femenina ofrece, dando esa vertiente teatral del concepto del disco. Igual color aportan los coros en «The Other Shoe», optimista y luchadora con guitarras ensoñadoras y voz triunfante, portando la bandera de ese hardcore de buen rollo que hace especial al sexteto canadiense.
Como disco conceptual, si hay que buscar la épica en «David Comes To Life» hay que hacerlo en esa masa volátil generada por los tres guitarristas de la banda, con continuos juegos y efectos que suceden de fondo mientras somos encantados por una garganta expeliendo conceptos que desafían la simpleza del punk. Es un caso muy notable en la corriente hipnótica de «I Was There» o en esa invocación de The Who en «Ship of Fools». Se trata sin duda de un prodigio de producción y arreglos, que puede llegar a ser apabullante cuando, paradójicamente sus conciertos son ruido y destrucción.
En «A Slanted Tone» se arrancan de una forma que haría orgulloso a su colega J. Mascis. La conexión de los canadienses con los 90 siempre ha sido patente en sus melodías y en «The Recursive Girl» tenemos otro caso de excelencia. Sin duda Fucked Up son uno de los grupos que hoy en día tienes que escuchar si fuiste fan de Pixies, Hüsker Dü o los citados Dinosaur Jr. Y por englobar que no sea, nos ponen a bailar al ritmo de post-punk (vitalista, eso siempre) en «Turn The Season» o a marcar los ritmos de «Remember My Name» e «Inside a Frame», siempre con ese regusto ácido de los 60 y los 70.
Entre tanto minutaje, los amantes del punk-rock de sus inicios no deberían sentirse defraudados con la aplastante y triunfante «Serve Me Right» y la bilis de «Running of Nothing» que torna de nuevo en psicodelia de altura. Son pocos los temas que se salen deliberadamente de tono, así es también la melancólica «Truth I Know». Al menos hasta el final del disco, que pulveriza la expectativa. Primero va «One More Night», más digno del último trabajo de sus compañeros Titus Andronicus y después «Lights Go Up», una mezcla de art pop, folk y punk con coros de Kurt Vile que sólo se nos ocurre emparentar con la Velvet Underground.
Lo que sucede con «David Comes To Life» es más una cuestión de mesura. No sé hasta que punto podemos achacar algo así a estas alturas a una banda con un catálogo que volvería loco hasta al coleccionista más obsesivo, pero no es lo mismo editar 7» a diestro y siniestro que un largo tan… largo. Si «The Chemistry of Common Life» requería un ejercicio serio de inmersión por parte del oyente, su tercer disco duplica la dificultad. Por lo demás, es una colección de canciones directas al estómago que muchos querrían para toda una carrera.