Accidentada en sus preparativos, la edición 2014 del WOP Festival se presentaba como una fiesta del rock sin importar las circunstancias. La mala suerte se cebó con la organización desbaratándole los cabezas de cartel previstos (nunca sabremos de quienes se trataba) y con ellos el planteamiento de dos días en La Casilla que tantas alabanzas había recibido el año anterior. El céntrico pabellón daba paso al polígono de la Santana 27 para colmo en uno de los primeros días de lluvia de la temporada. La cosa pintaba mal cuando entramos a la sala mientras The WOP Band tocaban ese rock inspirado por las situaciones a las que Mikel, cantante, guitarra y responsable del proyecto junto a su familia, se ha enfrentado en su lucha diaria contra la enfermedad de su hijo.
Poca gente contempló pues ese rock ahora más clásico, ahora más pop, ahora más alternativo, que practica la banda y que ya cuenta con un par de himnos que simbolizan lo que es WOP y el festival como «Sigue Pintando» o «I’m so Proud of You». En uno de los temas incluso el público más cómplice (amigos, voluntarios, etc) tomó parte de la coreografía demostrando desde el primer momento ese buen ambiente de la cita que, seguramente por la ubicación, no cuajó del todo. A Sonic Trash les tocó lidiar también con poco público, distanciado y más bien frío. Tampoco es que su rock alternativo con retazos de punk, indie-rock y psicodelia sea lo más festivo pero le echaron ganas como de costumbre y entre los temas de su aún único disco, recurrieron a «Electric Dust» de su antigua encarnación como Ya te Digo, encararon un tema nuevo y finalizaron muy bien con el «My Generation» de The Who.
A priori parecía que iba a ser el concierto de la siempre incendiaria Lisa Kekaula el que iba a empezar a hacer que eso pareciera una verdadera fiesta sobre todo porque ya era hora de que la sala se fuera llenando. Pues no fue así, no sabemos si porque el tono más relajado de esta aventura bajo el nombre de The Lips o porque la protagonista máxima no estaba en su mejor momento (hay que recordar que hicieron el esfuerzo extra de tocar aquí de tarde para hacer doblete en Vitoria esa misma noche). La cosa comenzó bien, esa gran alineación con dos guitarras siendo una la de Bob Vennum, más bajo, teclado, batería y sección de viento con trompeta y saxo, prometía encender los ánimos. Pero fue cayendo en lo lineal, y es que la banda parece un homenaje al soul y el funk sin demasiadas pretensiones que sólo salva el carisma de Lisa y su marido, pero que al mismo tiempo no encuentra ni punto de comparación con el torbellino de The Bellrays. Se quedaron en divertidos.
CÁPSULA CONTRA EL ABURRIMIENTO
No es que a estas alturas haya dudas, pero Cápsula (que por cierto también hacían doblete luego en Durango) salieron dispuestos a arrollar al paradísimo público y lo consiguieron. Bien es cierto que no llegaron a desatar demasiadas fiebres entre la audiencia, aunque cabe resaltar que parte del público del WOP acude también por la propuesta solidaria, con lo musical como algo secundario. Algo de lo que lógicamente no nos vamos a quejar pero es de entender que para alguien ajeno a su música, la radical propuesta a la que el trío nos sometió, con mucho peso en la obsesión kraut y la cacofonía ruidosa no es la digestión más sencilla. En todo caso resulta admirable como Martín y Coni, ahora con nuevo batería, invocan a Suicide o a Sonic Youth y elaboran un rock espacial sin necesidad de sintetizadores a la vez que muestran la convicción del rock de estadios.
El cantante y guitarrista, uno de los mejores frontmen del momento, no dudó en hacer equilibrios sobre la valla y pasearse entre el público en más de una ocasión. Pedir a la gente que se acercara fue su mantra constante y finalmente tiraron de momentos más punk-rock para pedir a la gente que hiciera un baile muy especial, un «puto pogo». El agitado baile que quisieron asociar al público de Bilbao no llegó, pero que paradójicamente no nos quedó duda alguna sobre el triunfo de los bilboargentinos. Son únicos e igual lo es cada uno de sus conciertos. Este en concreto acabó más que con una versión en sí, con la cabezona repetición de un verso de The Velvet Underground.
SOUTHERN COMFORT
Lightning Malcolm, es decir, el que luego haría de bajista (principalmente) en North Mississippi Allstars fue encargado de abrir para su propia banda con un setlist breve dedicado al blues más vaquero con punto animado. El siempre sonriente músico venía armado aquí con guitarra pero también con un bombo y las canciones le quedaban bastante resultonas a lo «one-man band». Aunque festiva, era una propuesta más de pub que de escenario tan grande, cosa que supo paliar no dedicándose tampoco demasiado tiempo.
Finalmente y sin mucha dilación ya que el escenario estaba preparado para ellos, el músico volvió con sus dos compañeros de North Mississippi Allstars. El principio de la actuación tuvo algunos de los mejores momentos, con un componente de caos encantador dentro de ese virtuosismo, por ejemplo con su frontman (establezcamos a Luther Dickinson como tal, pese a ser una banda tan poco usual) haciendo equilibrios entre sostener el enorme bombo y cantar a la vez con el micro cayendo sobre él.
La sorpresa de cómo los tres se cambiaban instrumentos duró todo el concierto pero fue ese principio donde esta faceta casi circense brilló. Más adelante llegarían incluso a ser un poco cargantes con sus momentos batucada (por el escenario había bombos bombos y más bombos). Destacó sobre todo el propio Luther cuando sacó esa guitarra hecha con una lata que sonaba endiabladamente bien o el batería cuando salió del parapeto y comenzó a rasgar su tabla de fregar eléctrica. Más tarde también cantaría con una impronta más redneck que la más refinada del guitarrista o la más sensual del bajista, este último algo encasillado en sus graciosos movimientos sexys. No hay duda de que son una gran banda formada por tres músicos que rivalizan para bien en carisma. Y es de agradecer que pese a su virtuosismo se empeñen en ofrecer diversión pura y dura.
Vivimos durante este último concierto uno de los efectos secundarios del cambio de sala cuando, a mitad del concierto de los sureños apareció en escena una manada de monos estilo programa de telecinco que se abrió paso hasta primeras filas para llevar a cabo sus extraños rituales y de paso molestar a parte del público. Si, yo también me quedé perplejo, estas especies parecen sentir una fascinación por el rock después de todo, a su atípica forma. Si algún biólogo que nos lee es capaz de arrojar luz sobre el tema, estaríamos agradecidos.
Fue difícil abstraerse a estas escenas de documental, pero mientras tanto North Mississippi Allstars seguían a lo suyo, largas jams, mucho bombo, cambios en el papel de vocalista, en el de batería, en el de guitarra… si hubiera que definirles brevemente, optaría por «la montaña rusa del southern rock», divertida y excitante pero cuyo abuso puede quitarle emoción. En cualquier caso una buena salida del paso para un festival entrañable pero que esperamos que el año que viene y con los vientos más a favor, pueda regresar al formato que a tantos enamoró.