Hito a recordar el de la llegada de la máquina primaveril a Madrid con esta doble edición del festival invernal Primavera Sound. En realidad el jueves no empezaba la cosa, pues Espalda Maceta y Manel desvirgaban la primera edición madrileña del festival en el Nasti.
A pesar del lleno absoluto de abonos y entradas de un día, la primera actuación de la noche del jueves, tarde en realidad, no llevó consigo mucho volumen de público. Sobre todo habría que culpar más al horario diurno que les tocó a los británicos Lovvers, que a la escasez de ganas de la gente por asomarse a ver… Si, es evidente que tanto ellos como la actuación posterior de Mika Miko no llevaban excesivo tirón consigo, pero ya sabemos que la gente que asiste a un Primavera Sound o Club, lo hace también para conocer bandas tan poco conocidas como éstas.
Sobre su paso por el festival no se puede decir mucho. Al igual que Mika Miko después, vieron como sobraba escenario por todos lados y como el eco resonaba a cada golpe de batería. Para colmo ellos no estaban muy por la labor de hacer un buen papel y la desgana (creo que entendí que habían tenido problemas en el viaje) se adueñó fácilmente del sonido del grupo, que por otro lado tampoco mostraba excesiva novedad ya de inicio.
Las cuatro aguerridas chicas de Mika Miko y su baterista tampoco mejoraron mucho el evento. Mucho pop punk trendy y muy poca chicha real, en una crónica muy similar a la de Lovvers. Si acaso por las ganas, la pegada y la chulería nerd se hicieron más de notar, pero tampoco es que su actuación en el Primavera Club pase siquiera del aprobado justo.
Tras esto, había que esperar el querido regreso de Jon Spencer y su señora. Entre tanto, sin poderlo comprobar después, era inevitable pensar que tanto 12Twelve, como (lo:muêso) y The Joe K-Plan habían rendido mucho mejor abriendo para Boss Hog, al menos tienen el doble de méritos para ello, dejando de lado de donde vienen y lo molones que son.
Sobre el tercer bolo de la noche a poco exagerados que nos pongamos nos vamos a ir a hablar de auténticas lecciones musicales y escénicas del grupo de Cristina Martínez y Jon Spencer para las dos bandas previas. De Jon ya sabíamos de sobra sus cualidades a la hora de meterse a la gente en el bolsillo, pero desconocíamos que su señora esposa las mantuviera a un nivel nada desdeñable. Seguro que no es la misma chiquilla que empezó con Pussy Galore (también con Jon, si), pero las tablas y el carisma se mantienen perfectamente intactos.
Con Jon algo contenido en un pequeño resquicio del fondo del escenario junto al resto de la banda, el protagonismo recayó en las canciones, tanto o más que en la propia Cristina. Sobre todo con un inicio bruscamente postulado con temas de sus primeros años: «Nothing To Loose» o «What The Fuck». Una sorpresa verdaderamente mayúscula para toda la gente que acudió más por curiosidad que por conocer previamente el grupo. Ahí había más rock y punk de lo que se podía esperar si apenas les has oído «Whiteout» (por cierto, no la tocaron en todo el concierto).
El concierto flaqueo algo hacia el final, pero se puede decir que cambiaron las tornas con su magnífico sonido a una noche que había comenzado algo insulsa e insustancial. Es más, se les ve tan en forma que hasta apetecería verlo plasmado en un nuevo disco.