Parece mentira que haya grupos que se separen cuando otros mil veces más prescindibles seguirán atormentando al personal por los siglos de los siglos. Es inevitable pensar algo así cuando asistes a la gira de despedida de Jim Jones Revue, una de las mejores bandas que le han pasado al rock n roll en directo en la última década. Si bien es cierto que su trayectoria discográfica no ha contentado a todos, desde esos inicios tan salvajes y saturados hacia climas de rock algo más sofisticados y composiciones más limpias, ninguno de sus pasos por la península ha defraudado y este no iba a ser excepción.
En los aledaños de la sala escuchamos varios idiomas que no eran ni euskera ni castellano. Está claro que la de Jim Jones es una figura de culto que atrajo a turistas, en general más ajenos a lo que se cocía esa noche. El futbol (Athletic en Champions, palabras mayores en el botxo), amenazaba con empañar la despedida del quinteto en Bilbao. Al menos esta era la sensación a la hora de salir John J Presley, que con su banda en formato power trio desgranó una suerte de combinación entre rock alternativo y psicodelia bastante más interesante que lo que sus pintas de nuevo guaperas indie-folkie sugerían. Voz quebrada y guitarras crujientes matizadas por los coros en la onda Pixies de su teclista-acordeonista. Lo suyo es muy diferente de lo propuesto por Jim Jones pero promete y su potencial comercial es seguramente mayor. Eso sí, se leen por ahí sospechosas comparaciones con Tom Waits que me parecen dignas de consultar al otorrino cuanto antes.
Para cuando acabaron los teloneros, la sala no pintaba mal de aforo. ¿Habrá ganado esta vez el rock n roll? Pues sí, el Kafe Antzokia rozó el sold-out y en miércoles, de modo que Jim Jones Revue, muy curtidos ya en Euskadi, se supieron triunfantes en casi todo momento y las peticiones de palmadas, «yeahs» y coros de su frontman fueron respondidas con fervor parroquiano. «It’s Gotta Be About Me» trató de prender la mecha con sus dramáticos golpes de ritmo y nosotros estábamos ahí, a medio camino entre pensar que son una banda única y que si se separan por algo será. Parece inevitable que se note algo de desgana en una banda que al parecer lo deja porque Jones no ha visto colmadas sus expectativas de fama. Pero si es así, tanto él como su banda lo disimulan muy bien.
Así, vimos a un Jones confirmándonos que esta era la última vez, de modo que era nuestra obligación hacer de ella algo memorable. Ellos pusieron su carácter, a medio camino entre la furia punk y la clase rythm and blues. Hubo suciedad, volumen, oscuridad y también fiesta, sobre todo cuando asaltaron algunos de sus himnos más «pop» como esa «7 Times Around the Sun» que ha perdido algo de teatralidad. Y así seguía seduciéndonos el rock n roll de estos británicos de emponzoñado corazón americano, ya fuera resucitando a The Sonics y MC5 en «Rock N Roll Psychosis» o tirando de aires sureños en la divertida «Collision Boogie».
Mas no nos dejemos llevar por la emotividad fácil. The Jim Jones Revue ofrecieron un espectáculo arrollador pero hacia el final del concierto, corto como es de rigor, se hizo evidente que su fórmula ya de por sí clásica, da síntomas de agotamiento en sólo tres discos. Especialmente cuando tiran de su mejor arma, el rock n roll escuela Little Richard del que dieron buena cuenta en los bises. El ocaso del concierto tomó a menudo este tono vertiginoso marcado por la endiablada rapidez de ese pianista de culo inquieto y, aunque no tantos se descoyuntaron de bailar, prácticamente todo el público quedó eclipsado por una banda que nos dijo adiós demostrando estar en un momento tan bueno como cualquier otro de su carrera. Una pena, pero más nos daría habérnoslo perdido.