10 irrisorios euros costaba la entrada para ver a Black Heart Procession, grupo si bien no conocido por el gran público del rock ni del indie, pasa por ser una de las formaciones de culto más interesantes del panorama norteamericano. Los californianos venían a presentar su sexto disco de estudio y nuevamente (no hay mal que por bien no venga) el que Bilbao quede fuera del circuito del Primavera Sound nos permitía ver a esta banda a tan asequible entrada en una sala como el Kafe Antzokia que incluía el concierto dentro de un ciclo («Caprichos») de apuestas promovidas por el propio recinto.
Antes de nada nos dejó muy locos Addiquit, una especie de rapera-punk en estética, que tan sólo acompañada de sus pregrabrados se enfrentó a un público bastante sorprendido por su propuesta pero que no la trató mal. La verdad es que la cosa quedaba por momentos muy desangelada, no se veían grandes rimas ni siquiera un flow especial, más bien se basaba todo en el ritmo y además contrastaba un poco esa pose de chica mala en las canciones con la timidez mostrada entre ellas. Indie-rap que paradojicamente alcanzaba sus mejores momentos cuanto más toque «dance» le metía.
La explicación de porque iba con Black Heart Procession parece estar en la colaboración del líder de la banda en un par de temas suyos, para lo cual salió con su guitarra. Esto hizo sin duda que fuera un poco mejor acogida por el público que iba a ver a BHP. En definitiva, estoy a favor de la diversidad en los conciertos pero aquí el problema más que estilístico era de que la propuesta se veía aún muy verde para presentar en formato directo, más aún en una sala de este tamaño.
Como no domino mucho el repertorio de los americanos, tal vez por ello no noté grandes cambios de intensidad entre los temas más recientes y lo anteriores. Lo que si dio la sensación es de que no fue un repertorio necesariamente de hits, sino cuestión de juego de intensidades y dramas. Así por ejemplo fueron capaces de prescindir de los momentos más indies como su single «Witching Stone». Y por ello no es de extrañar que fueran tan conmovedor el momento en que tocaron «Drugs», como intenso y salvaje el tenebroso pasaje de «Suicide». Sin duda, a nivel sonoro la banda se sitúa en liga de primera división sabiendo alternar desde el folk con tintes indies a experimentales ejercicios que mezclan rock crispado con trazos de dub y hip-hop.
Es lo que consigue una banda que instrumentos tradicionales aparte, combina teclados, rudimentarias y violentas percusiones de metal o incluso el serrucho que blandió ocasionalmente Pall Jenkins, guitarra y voz principal. El escalofrío fue una sensación recurrente con el hipnotismo diabólico de temas como la fantasmagórica «Wasteland» o «Heaven and Hell» seguramente el momento más irreal del concierto en el que hizo presencia la voz de Tobias Natahaniel, co-líder de la banda, cuya ronca garganta encuentra paralelismos a la de Mark Lanegan, pese a que tuvo menos protagonismo del que nos hubiera gustado.
Siempre he sido de la opinión de que un concierto que te transporta de forma que de repente despiertas y te das cuenta que llevas un buen rato ensimismado sin ser un mero espectador, tiene que ser bueno. Black Heart Procession lo consiguieron con creces, se acordaron de su último paso por Bizkaia (hace 10 años en Xurrut), nos agradaron con su faceta más folkie y nos acongojaron con la exótica negritud de algunas de sus composiciones. Conciertos así son los que hacen que merezca la pena salir de casa un lunes noche.