La jornada del viernes la abrieron de nuevo en clave muy festiva The Riff Truckers. Los de Ea triunfaron ante unos cuantos amigos e incondicionales a la vez que despertaron el interés en el público gracias a su rock americano de corte sureño. Salió a compartir los momentos finales Eneko “MobyDick” a la guitarra mientras su barbudo cantante, con sus pintas de auténtico redneck, se dedicaba a repartir whisky por las primeras filas.
Los veteranos Blue Rodeo dieron un concierto que, sin aspavientos, puntuó alto. El folk-rock, de aires sureños y miradas a la Creedence o los Byrds fue realzado con gran gusto por esta tropa canadiense. Dejaron contentos a los fans del género, así que no extrañaría verlos por aquí en sala en no mucho tiempo, como suele ocurrir siempre tras el Azkena.
De Reverend Horton Heat poco hay que decir aparte de la sensación de impotencia de ver que lo que pudo ser un muy animado concierto de psychobilly se quedaba en agua de borrajas por culpa de un sonido sorprendentemente flojo. Los dos primeros temas incluso llegaron a sonar sólo por los monitores. Se puede comprender un mal sonido, una ecualización no del gusto de todos, que las cosas se compliquen, etc. pero que un concierto no suene, no debería ser algo que ocurra en un festival con ya 10 años de andadura.
En fin, el rock se resarciría con Atom Rhumba, probablemente el mejor grupo vasco del género del momento y eso que su momento lleva durando mucho tiempo. Los bilbaínos congregaron gente en la carpa como una banda internacional más y triunfaron con un repertorio en el que cayeron temas de su disco de regreso como «Stella» junto a otros ya “clásicos” como “Funky Town”. Una contundencia espasmódica realzada por un saxofonista que no les acompaña en todas las citas. A sus conciudadanos no nos coge por sorpresa, pero a buen seguro que se ganaron unos cuantos nuevos seguidores.
CAL Y ARENA
Cheap Trick, con ese desenfadado carácter que los lleva desde el pop más chicloso al hard-rock aguantaron todas las expectativas. Había muchas ganas de verles y pese a algún momento de flojera (su repertorio es muy bueno, pero no se puede mantener el clímax constantemente) levantaron en vilo Mendizabala aún con luz. Ellos, derrochando simpatía especialmente un Rick Nielsen a la guitarra con su típicas pintas de retro-geek que se hartó a lanzar púas y Robin Zander de blanco marinero y con gorra. Temas como “Surrender” o “Dream Police” se nos quedarán clavados al oído y la retina como de lo más especial de esta edición.
En cambio pocos laureles reverdecieron Bad Brains (si acaso los de algún psicotrópico). Su concierto, al margen del valor sentimental que pueda tener ver a una banda histórica y pionera de un movimiento revolucionario como fue el hardcore, no aportó gran cosa. Sucesión de temas atropellados con parones rastafaris que no hay por donde coger, un frontman en otra órbita. Obviamente el que quería se metía a poguear con “Sailin’ On” y demás, pero no por el buen hacer de la banda.
LOS 90 SIGUEN AQUÍ
Primus se mostraron en directo tan extravagantes como en estudio. Con la escenografía de fondo de dos astronautas gigantes cuyos cascos eran pantallas, salieron a escena capitaneados por un Les Claypool con gafas, bigote y sombrero para abrir con “Here Come The Bastards”. Está claro que el suyo es un concierto ajeno a muchas normas habituales del rock, ante todo por primar el bajo y porque ni el ritmo se ajusta a las normas ni se encamina la cosa hacia el estribillo. En cambio las atmósferas que tejió ya fuera con su bajo como con el contrabajo eléctrico, resultaron de lo más estimulantes y singulares.
Su caracterización inicial no fue la única sorpresa ya que después haría uso de una máscara de mono al tiempo que tocaba otro instrumento más especial; un bajo de aparente fabricación casera al que golpeaba para obtener sonido en uno de los momentos más marcianos a la vez que bailables de su setlist. Sin embargo, Les no se preocupó por conectar con el público, creando un clima frío e incluso llegando a hacer gestos de mirar la hora. Desconocemos si era pose o realmente quería irse, pero la sensación que su música y la de sus compañeros transmitió fue en cualquier caso de uno de los grandes conciertos de esta edición, teniendo en “Over The Falls” y la final “Tommy The Cat” algunos de sus momentos más álgidos. Se les espera en sala por aquí, aunque sólo sea para escuchar gran parte de un repertorio, especialmente de “Antipop” o “Frizzle Fry” que quedó olvidado en favor de unos cuantos temas aún por editar.
Había una gran incertidumbre sobre lo que QOTSA tocarían. El concierto del Azkena era una fecha aislada de la gira que recientemente habían dado interpretando el primer disco en su totalidad. Lo más fácil para ellos hubiera sido tirar de esos temas que ya tenían mascados. Pues bien, al contrario, Homme puede parecer apático sobre el escenario, pero desde luego nos dejó un setlist a medida que sólo recaló en el primero para tocar una inesperada “Mexicola”. Aunque eso sería mucho después de comenzar con los tres primeros temas de su popular “Songs for the Deaf”, desatando la histeria colectiva y pequeñas avalanchas, siendo “First It Giveth” el primer punto álgido de la noche.
Estaba claro que venían a dar singles uno tras otro y así se explica que la mayoría de paradas fueran en sus discos rojo y azul, de este último rescatando “Feel Good Hit of the Summer», “The Lost Art of Keeping a Secret”, “Better Living Through Chemistry” e “In the Fade”, que junto a “Make it with chu” nos dieron un poco de tregua en cuanto a movimiento. Es verdad, no podemos evitar pensar la locura que serían todas estas canciones de la época de Oliveri y Lanegan con sus protagonistas sobre el escenario, pero su banda actual, sin ese pedigrí y carisma, no es cualquier cosa. Castillo no será Grohl pero su personalidad animal a la batería ya es parte indisoluble de la banda y la labor de Van Leeuwen y Fertita no tiene peros. A destacar la entrega escénica de Michael Shuman al bajo, incombustible.
Este es el presente de Queens of the Stone Age y nos demostraron que saben cual es su mejor material pasado. Ojala esto tenga reflejo en su próximo disco, ya que tan sólo rescataron de su flojo último disco “3’s & 7’s” y del anterior “Little Sister”, siguiendo esa línea de singles que marcó la noche. Sin embargo Josh Homme jugó a sorprender rompiendo la tónica con la cara B “The Fun Machine Took a Shit and Died”, sin duda más desconocida por el público, pero para entonces ya daba igual, estábamos todos metidos en su mezcla de riffs laberínticos y melodías perfectas marca de la casa. Con “Go With The Flow” y “A Song For The Dead” finalizaron por lo más alto un concierto al que muchos ponen pegas (corto, mal sonido en según qué zonas). Personalmente es difícil de imaginarme verles en mejor estado y setlist que lo vivido en Vitoria.
Uno pensaría que el absoluto triunfo de QOTSA dejaría en difícil posición a Clutch, teniendo en cuenta que su música, pese a diferir bastante mantiene ese vínculo por la vía stoner. Podemos decir que lo único malo que les pasó es que mucha gente se marchara. Aunque seguramente fuera bueno en realidad, para ellos por poder tocar frente a gente realmente interesada y para nosotros por poder disfrutar más cómodamente. Arrancaron recordando la festiva “The Mob Goes Wild” de Blast Tyrant, disco que fue muy protagonista, ya que caerían “Profits of Doom” y “Cypress Grove”. De su faceta mas bluesera habría que destacar la apabullante versión de “Electric Worry” o la reciente “50000 Unstoppable Watts” que sonaron de verdad imparables en directo.
Destacó además la entrega de una banda con tantos años en la carretera (hay que tener en cuenta que llevan desde los primeros 90) y que conserva una entrega y humildad que les llevó a tocar más tiempo que los cabezas de cartel. En un día en que Primus y QOTSA apenas llegaban al horario que tenían asignado, Clutch hicieron un bis pasándose de su horario y bien elegido además con “Elephant Riders”. La capacidad instrumental de Clutch queda fuera de toda duda, desde la garganta y la presencia de Neil Fallon, un frontman que sin ir de nada especial se come a muchos, a la curiosa forma de tocar la batería de Jean-Paul o los más comedidos bajista y guitarrista, este último muy concentrado en lo suyo.