El viernes ya la cosa prometía más. Por duro que fuera, la cita de Viaje a 800 aún siendo a las 14:30 era imperdonable, incluso sabiendo que tocaban al día siguiente un concierto de duración decente en pleno casco viejo gazteiztarra. No defraudaron en su papel de banda «stoner» más notable de España y parte del extranjero, reflejando la oscuridad y rotunda pesadez de «Estampida de Trombones» con convicción aplastante. Pocos temas pero extensos y envolventes.
Algo de stoner, pero con una vena más rockera y directa, Sorkun presentó junto a Vice Presidentes los temas del disco para el que han unido esfuerzos. Buen sonido, pero sin demasiadas sorpresas, especialmente para el público local. Otra fémina pondría voz al perro verde de la edición, Animal Alpha. Totalmente desubicados, este grupo noruego cercano a unos Guano Apes con el maquillaje de Stolen Babies consiguió no obstante y gracias a un buen sonido, la atención de parte de una parroquia rockera nada dada a estos derivados de lo que se vendió en su día como numetal. Pero vamos, que ni con cola.
Extraño retorno el de Truly en la carpa. Contando con dos artistas de segunda fila del Seattle de los 90, como Hiro Yamamoto (ex-Soundgarden) y Mark Pickerel (batería de Screaming Trees o Mad Season), nunca saborearon el éxito, aunque tienen un puñado de buenos temas. Por momentos se acercaron al sonido de los Doors, aunque sus canciones se vieron deslucidas con un sonido plano y bueno, que dan un poco la imagen de grupo de más edad de la que tienen. Agridulce sabor. El sleazy también forma parte del Azkena y a falta de Mötley Crüe buenos son Hanoi Rocks. Michael Monroe y los suyos dieron espectáculo, con todas las posturas reglamentarias e incluso subida al andamio y demostraron que las lentejuelas y el tinte rubio platino lograron para bien o para mal, sobrevivir al grunge.
Mucho más mítico el regreso de Blue Cheer. Abuelos de todas las hordas fumetas de hoy en día, se mostraron en buena forma con su hard-rock psicodélico ideal para moteros, en el que no faltó su famosa versión de «Summertime Blues», o «Rollin’ Dem Bones». Como era de esperar, las jams de guitarra protagonizaron el espectáculo. Y la cosa va viejas glorias que se mantienen, luchando como las cremas, contra el envejecimiento. El sombrero hay que quitarse ante los Sonics, que fueron de menos a más, repasando pelotazos como «Psycho», «Money», «Boss Hoss»… No se movieron mucho, eso se lo dejan al público, pero Gerry Loslie sigue siendo capaz de soltar esos característicos aullidos que desatan la histeria colectiva.
Danko Jones no tiene abuela y está claro que en su diccionario la indiferencia no cabe, quiere caer bien o mal. Por eso no le cuesta nada fanfarronear de ser el suyo el mejor concierto del festival, incluso a costa de arremeter con glorias como Ray Davies o los Sex Pistols, para después decir que el Azkena es un gran festival porque la gente va sólo a ver rock. Con todo, más parlanchín que estrella del rock, con él la diversión está garantizada, eso sí, en el Azkena no fue siempre capaz de trasladar sus infecciosos estribillos en todo su esplendor al directo (el sonido de la carpa, una vez más). Pero bueno, una charla por aquí, una horchata por allá y ya tiene su show montado.
Una incógnita importante era Ray Davies. Figura de la música británica donde las haya se mostró humilde, gracioso, carismático y sin complejos. Con ese espíritu de eterna adolescencia que sólo tienen los rockeros, el sexagenario pronto se despojó de su chaqueta para salir descamisado y en zapatillas de deporte para cantar y también contar sus historias cotidianas. La próxima vez que pille un vuelo low-cost me acordaré del abuelo Ray. Muy bien tocando sus temas en solitario y memorable cuando se trata de «You Really Got Me», «Lola» o «All Day and All of The Night», entre algún que otro brinco.
Cría cuervos y te sacarán los ojos. No sé si este refrán tendrá su homólogo anglosajón, pero es lo que resume el concierto de Sex Pistols, marcado más por la triste anécdota de que le arrojen un teléfono móvil a Johnny Rotten que por lo musical. Cuando cantas a la anarquía, el nada-importa y el todo-vale, es difícil hacer comprender a tus fans que no te crees nada y que en realidad lo tuyo es un circo muy bien montado. En lo musical pues todo lo bien que se puede esperar o incluso mejor, arruinado por la penosa estampa de un vocalista disfrazado ni se sabe qué, haciendo movimientos supuestamente cómicos y el contraste con una banda de tipos que parecían pasar por allí, más que ser la versión madura de una banda «icono» de un movimiento musical y estético como el punk.
No sé como lo consiguieron dado su escaso repertorio, pero el caso es que el concierto se prolongó lo suficiente para terminar cansando y provocar incluso la ira de quienes estaban esperando por ver a Blind Melon. Y eso que casi ninguno esperaba lo que se nos venía encima nada más comenzar «2×4». La euforia fue mayor al principio, pero el concierto se mantuvo alto hasta el único bis que pudieron ofrecer, «Walk», por supuesto sin olvidar por el camino su archiconocido hit folkie, «No Rain». En resumen, vimos una banda por la que parece que no haya pasado el tiempo con un vocalista que, al menos para quienes no hemos visto a Shanon Hoon sobre las tablas, desborda carisma, sentimiento y por supuesto, voz. Los requisitos que, junto a un notable nuevo disco cuyas canciones también se coreaban en directo, bastan para que Blind Melon no tenga que vivir, como otros, de las rentas del pasado.
Tras el extasis y la comunión público-banda conseguida por los neohippies, el rock&roll más clásico de los Quireboys cerró en plan festivo y con un buen listón esta segunda jornada en la que la única gran controversia la protagonizaron como no, los Sex Pistols. Siempre nos quedará como una de esas duda. ¿Llegó el hombre a pisar la luna? ¿A qué huelen las cosas que no huelen? ¿Existe Osama Bin Laden? ¿Estaría preparado el numerito del móvil? Cualquiera sabe ya…