Superfuzz Big ‘grunge’
Muchos grupos de los 80 y los 90 vuelven. Es un momento propicio. Pero, ¿qué sucede con las bandas que nunca se fueron? Grandes formaciones se han quedado por el cenagoso camino del grunge pero sólo Mudhoney, verdaderos padres del invento siguen en pie de guerra 20 años después

Algo se fraguaba en Seattle desde que Green River daban sus primeros, lentos y oscuros pasos. No en vano allí surgiría el germen del llamado ‘grunge’ dándose cita gente de dos de las bandas más diametralmente opuestas del movimiento. Su sonido arrastrado y pantanoso sería continuado en Mudhoney por la desgarrada garganta de Mark Arm y la sucia guitarra de Steve Turner. Jeff Ament y Stone Gossard fundarían Mother Love Bone y después unos tales Pearl Jam de los que poco se ha oído hablar.

Nacidos en los suburbios de la lluviosa Seattle del reencuentro entre Arm y Turner, reclutando a Dan Peters y Matt Lukin (Melvins) y llamándose como una película que en realidad ninguno de ellos había visto. Estaba claro que esta no iba a ser una banda de rock al uso. Pronto la banda grabaría su EP debut, “Superfuzz Bigmuff”, considerado el primer y por muchos hasta el único disco de grunge. Su portada que refleja el directo de la banda, se ha convertido en todo un símbolo. De la mano de “Touch Me I’m Sick”, la banda disfrutaría un éxito inédito en Sub Pop, anticipando todo lo que venía, con sus protegidos Nirvana a la cabeza.

Aquí entraron los grandes mecenas del rock alternativo de los 90, Sonic Youth, que se declararon fans del cuarteto invitándoles a girar con ellos por Inglaterra, lo que arrastró su éxito a este lado del Atlántico. Aunque las ofertas se presentaron, Mudhoney decidió no abandonar Sub Pop aún y grabó allí tanto su primer largo homónimo como su segundo disco, el también seminal “Every Good Boy Deserves Fudge”, donde la banda enriqueció su sonido y demostró que tenían cuerda para rato.

Así fue y en 1992 firmaron por Reprise, un subsello de Warner, pero mantuvieron intactas su actitud punk y su escasez de ambición, algo que paradójicamente les ha hecho llegar muy lejos si no tanto en ventas como sus compañeros de generación, si en el cariño de los seguidores. En una onda más garajera aquí llegaron “Piece of Cake” y el de nuevo soberbio “My Brother The Cow”, ya cuando el grunge estaba completamente asimilado por la industria (era post-Kurt Cobain).

El amor de la banda por las raíces tradicionales (siempre hubo un hueco para la harmónica y Turner incluso ha editado discos de folk) fue poco a poco calando en su rock agreste y dándole matices más blues sin perder el descaro. Finalmente Reprise decidió liberar a la banda aduciendo unas ventas cada vez más bajas, a pesar de que la banda cada vez actuaba para mayores audiencias. Matt Lukin, que se había cansado de las giras aprovechó el momento para despedirse y tras la edición del recopilatorio “March To Fuzz” el fin parecía anunciado.

Sin embargo y afortunadamente, Mudhoney no han sido una de esas bandas que se ha separado para volver. Volvieron a los escenarios y se animaron finalmente a escribir un disco con nuevo bajista, Guy Maddison y con viejo sello, Sub Pop. “Since We’ve Become Translucent” marcaba un nuevo comienzo y la madurez introdujo una inusitada riqueza dentro del universo de Mudhoney con mayor profusión de los sonidos negros, los instrumentos de viento y la psicodelia en un disco que sin duda engrandece su historia con temas del tamaño de «Where The Flavour Is» o «Sonic Infussion», además de contar con invitados como Wayne Kramer (MC5).

Continuaron esta senda con “Under a Billion Sun”, un disco con trasfondo político en el que los de Seattle se reafirman como banda imprescindible que no ha abandonado el campo de batalla y conjugan temas de los de siempre (“It Is Us”, “On The Move”, “Empty Shells”) con la sofisticación ya vista en su anterior disco (“Where Is The Future?”, “Endless Yesterday”, “In Search Of”) sin dejar de recordar a una banda de cabecera de siempre como los Stooges (Let’s Drop In) ni en definitiva, de sonar a sí mismos. ¿A grunge?