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Swans – The Seer

Swans - The Seer portada
Young God, 2012
Productor: Michael Gira
Banda: M. Gira, C. Hahn, T. Harris, B. Rieflin, C. Pravdica, P. Puleo, N. Westberg

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8.6

Pocos, yo diría ningún, discos tan decididamente anticomerciales como “The Seer” están recibiendo este 2012 no ya reconocimiento crítico, algo habitual en todo lanzamiento de Michael Gira, si no hasta cierto seguimiento popular. Y es que parece ser que, si no sucedió con su notable regreso de hace un par de años, «My Father Will Guide Me Up a Rope to the Sky”, es ahora con su continuación cuando le ha llegado el turno de la justa reivindicación a la banda más apocalíptica del planeta, Swans.

Mucho tendrá que ver, supongo, que haya corrido como la peste de foro en foro la excelencia de sus últimos directos; haciendo que incluso gente que los conocían sólo de oídas como referentes de multitud de grupos de rock, metal y folk por igual, esperaran un nuevo lanzamiento con expectación, conformando lo que se está conviniendo en denominar un ‘retro-hype’. Sea como sea, Swans merecen toda la atención posible como grupo único y básico que son, y más si han sido capaces de crear una obra tan definitiva, valiente y ajena a modas como este “The Seer” treinta años después de su fundación.

Este nuevo trabajo es una especie de compendio de lo que los neoyorquinos fueron, son y puede que sean, con consentimiento de Gira mediante: toda una recapitulación musical por parte de un hombre que ya lo cree necesario al acercarse a los sesenta inviernos. Así, “Lunacy” muestra la cara ‘amable’: acompañados de los Low Alan y Mimi, la banda crea una melodía gótica reconocible, siempre decididamente orientada hacia la oscuridad y la catarsis. Pero toda coherencia de canción ortodoxa se desmorona a la mínima de cambio con “Mother of the World”: varios minutos de gañidos, quejidos, golpes y ruidos obsesivos que desembocan de nuevo en otra melodía cargada de misterio.

Es “The Seer”, segundo disco doble de Swans tras “Soundtracks for the Blind”, un álbum sin mesura. La pequeña tonada “The Wolf” no avisa del mastodonte que es el tema título: más de media hora de Armagedón que supone una de las experiencias auditivas más fascinantes de la temporada. La premisa, como ya hemos comprobado en su directo, es inducir al trance mediante la repetición y concatenación de umbrosos pasajes sonoros diferenciados para conseguir un todo titánico. Aquí no hay virtuosismo: hay primitivismo y, acaso, chamanismo. Y si la cosa no hubiera sido suficiente, aún tenemos otro rato más en la coda “The Seer Returns”, en la que Jarboe vuelve felizmente al redil ni que sea por unos instantes.

Tras la violencia de la cuasi-instrumental “93 Ave. Blues” y otra pequeña pieza folk, “The Daughter Brings the Water”, volvemos a coger aire y afrontamos el segundo CD con Karen O cantando la dulce “Song for a Warrior”, que da paso a “Avatar”, otra de las cimas del disco en el que vuelven a demostrar, sobre un ritmo de campanas, que es posible hacer rock gótico hoy en día sin caer en el ridículo. Y de nuevo la estructura de la canción se pierde para el tramo final del álbum.

Una especie de coro abismal y ¿carracas? suenan durante los primeros diez minutos (de casi veinte) de otra pieza inabarcable como es “A Piece of the Sky”, que gira hacia el rock para terminar de nuevo ensimismada en su término. Obra que parece ser la gemela, tanto en duración como en estructura, de la más tenebrosa “Apostate”, que nos hace terminar dos horas de intensa escucha inmiscuidos en pleno clímax de rock fantasmal.

Evidentemente, la escucha de “The Seer” deja exhausto al seguidor habitual de la banda, y descolocado u horrorizado al novato. No es tarea fácil, no hay manual de asimilación ni truco que valga. Sólo vale abrir bien los oídos, dejarse llevar y tener paciencia. Con suerte, a las varias escuchas, la música se hará dueña de cuerpo y mente y se pegará a tu ser. No hay estribillos (o apenas) ni líneas que se recuerden con facilidad, pero la experiencia se vuelve más y más adictiva con cada escucha y, con suerte, acabarás rendido ante el embrujo. Por lo que ya conocemos el por qué del triunfo y la vigencia de Swans en pleno 2012, el año del fin: siguen haciendo puro arte, libre y con mayúsculas.

 

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1 de enero de 2012