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McEnroe – Las orillas

McEnroe - Las orillas portada
Subterfuge, 2012
Productor: Raúl Pérez
Banda: Ricardo Lezón, Gonzalo Eizaga, Jaime Guzman, Pablo Isusi, Edu Guzman, Olivier Arson

Géneros: , ,

8.5

McEnroe siguen en la cabeza del rock melancólico nacional con su cuarto trabajo, “Las orillas”. Tras el excelente “Tú nunca morirás” (2009), los de Getxo han vuelto con un álbum que raya a similar altura y que se mueve por similares coordenadas en cuanto a alta emoción contenida tanto en sus letras como en su música; ahondando siempre en sentimientos como la soledad, el desamor o la desesperanza.

Ya el primer tema, “La Palma”, nos sumerge en su particular y reconocible mundo: el recuerdo de los paseos de una pareja, que imaginamos ya rota, por Madrid bajo cielos encapotados y arenas mojadas. Esta imposibilidad de mantener una relación de cimientos sólidos también se repite en “Arquitecto”. En ambas vemos que su suerte de slowcore amable, más concreto que en su anterior referencia, sigue inalterable, aunque sigue habiendo sorpresas de distorsión en momentos muy puntuales, como los finales de la primera o de “En Mayo”.

Como bien indica el título hay claras alusiones al mar, ya sea recreando pasajes contemplativos o situaciones concretas, siempre nostálgicos en todo caso, como sucede en la desoladas “Agosto del 94” y “Astillero”, o en la demoledora “Las mareas”, una preciosidad que se antoja quizá como lo más optimista de un oscuro conjunto con un Ricardo Lezón cantando mejor que nunca: “ya no temo a las mareas que vienen y van, ahora me tumbo en la arena a verlas pasar”.

También hay ejemplos de tensión o incluso violencia emocional en “La cara noroeste”, otro de los temas fuertes del disco, que nos narra la siniestra persecución ¿alegórica? de la amada en una noche de lobos; o en el acecho del corazón destrozado en ambiente más urbano de “Vistahermosa”. Ambas aceleran el tempo hasta adquirir un delicado trasfondo shoegaze, aunque sin llegar a explotar en ningún caso.

Y es que parece que la alegría y la luminosidad siguen siendo ajenas a su mundo. Incluso cuando amanece en él, como sucede en la culminante “Mundaka”, es sólo para recobrar la consciencia y recordar todo lo perdido o lo que es inalcanzable. Por nosotros, que otros se ocupen de esas parcelas más placenteras, que cuando llueve en nuestro corazón queremos seguir recurriendo a McEnroe.

 

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1 de enero de 2012