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High On Fire – Snakes for the Divine

High On Fire - Snakes for the Divine portada
E1 Music / Century Media, 2010
Productor: Greg Fidelman
Banda: Matt Pike, Jeff Matz, Des Kensel

Géneros: , , ,

7.9

 

Curioso hacer para terminar el año reseña de este quinto disco de High On Fire. Curioso porque, siendo uno de los primeros filtrados del año, tuvo también su cupo de confusión debido a que algún gracioso empaquetó el disco de Kalas bajo el título del grupo actual de Matt Pike. Finalmente todo se aclaró pero hay que reconocer que incialmente la confusión empañó la acogida de este «Snakes for the Divine» que, como mínimo, es una pesada losa más en la primitiva calzada que el trío está construyendo, redefiniendo para nuevos públicos las pautas del metal que Motörhead o Black Sabbath ya inventaran en su día.

El disco es algo más extremo en la duración de los temas que su anterior entrega. De este modo las canciones, a pesar de ser en general más frenéticas, encuentran espacios para el cambio. Así pasa tanto en «Snakes for the Divine» como en «Frost Hammer», ambos furibundos ataques. La primera cuenta con un poderoso y melódico riff que da paso a opresores tambores de guerra y los esputos sonoros de la vikinga voz de Pike. La segunda cuenta con maneras thrashers algo más convencionales. Pero ambas encuentran momento para ralentizarse y coger un poco de aire entre la asfixia, ya sea al ritmo de un headbanging más lento o de compases psicodélicos al estilo de Mastodon.

«Bastard Samurai» por su parte juega en un terreno más próximo a la pesadez misteriosa de Sleep. Un terreno en el que se pueden apreciar mejor los riffs diabólicos y su trayectoria, así como la capacidad del trío no sólo para apabullar, sino también para crear atmósferas. Aquí se da el fenómeno contrario y por momentos la cosa se anima dando protagonismo a los punteos y juegos de guitarra, pero vuelve a aterrizar en el tono genérico de erial sonoro. Es cierto que la producción es notablemente más limpia que la de pasadas entregas, algo que ha sido bastante criticado. Es lo que tiene entregarse a un productor del rock más mainstream, tal vez pensando que el resultado iba a ser más profesional, pero el núcleo compositivo no da ninguna tregua.

«Ghost Neck» se presenta con renqueantes guitarras paranoides y percusión a juego hasta entrar de nuevo en el frenesí de la velocidad heavy metal. Una parte algo más psicodélica que, por medio del interludio conecta con la brutalidad a piñón de «Fire, Flood & Plague». Son maestros de generar temas en los que tres personas invocan a una horda entera de vikingos cabalgando a quemar tu poblado y para colmo, su imaginario no se desmarca demasiado de todo esto. Aunque esta vez el disco tiene un trasfondo más místico y quizá ilustrativo de High On Fire como banda. Tomando como referencia la antigua mitología, algo muy del heavy metal, llega a tocar temas ocultistas tan de actualidad como los reptilianos y los illuminati.

«How Dark We Pray» es el momento más intrincado en lo musical y la composición más elaborada, al menos desde el punto de vista melódico. Ríos de guitarra conducen nuestra atención a través de la psicodelia heavy. Acordes verdaderamente memorables. Mientras tanto, es la sección rítmica la que prepara la batalla, agitándose bajo y batería para entrar de nuevo en la asfixiante tónica de gritos rasgadas entre estampidas acompasadas. «Holy Flames of the Firespitter» es una mezcla curiosa con riffs que son puro desierto y polvareda y el tono de histeria heavy en la parte vocal. El tono avanza entre solos en segundo plano hacia la orgía de las hordas fantasmales de Pike.

El resumen de la historia es que HoF continúan abriéndose paso en el mundo del heavy metal moderno, consiguiendo convencer a propios y extraños. Sólo así se explica su éxito fuera de los tradicionales circuitos metaleros, ya que, si bien codearse con gente del entorno del metal más abierto (Pelican, Kylesa, Baroness) les ha beneficiado, lo suyo no hace guiños a etiqueta intelectual alguna. Es sólo heavy metal bien hecho y muy adictivo. Se dice fácil.

 

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1 de enero de 2010