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Arcade Fire – Reflektor

Arcade Fire - Reflektor portada
Merge, 2013
Productor: James Murphy, Markus Dravs, Arcade Fire
Banda: Régine Chassagne, Richard Reed Parry, Win Butler, Tim Kingsbury, Will Butler, Jeremy Gara

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8.5

Arcade Fire han llegado a tal punto de popularidad y expectación que hagan lo que hagan van a agradar a muchos pero, también, decepcionar a un buen número a la par. Mientras que algunos, ciegos, exigen siempre que alcancen tales niveles de excelencia que parecen quedar siempre lejos a la hora de la verdad, una buena parte del mundillo indie (y habrá que ver cuántos del mainstream) sigue esperando que saquen otro “Funeral” cargado de ‘rebellions’ y ‘wake ups’, y otros simplemente se contentarían con que continuaran con la visión más mundanal y folkie de “The Suburbs”.

Su nuevo álbum “Reflektor” no se decanta por ninguno de estos posibles caminos, de hecho, se aleja en algunos momentos tanto que sorprende; algo que igual es lo último que esperábamos de ellos a estas alturas. Ya nos hicimos alguna idea de por dónde podían ir los tiros cuando se anunció al omnipresente James Murphy como co-productor, pero aún así hay elementos inesperados que, seamos claros, no nos imaginábamos de una banda que no hace mucho la ubicábamos para siempre meciéndose en el folk-rock springsteeniano de “Neon Bible”.

Para ser precisos, el origen de este cuarto trabajo hay que buscarlo en algunos momentos clave de su anterior disco. Ya en «Half Light II» y, sobre todo, el hit “Sprawl II” encontramos ese acercamiento, tímido y limitado a unas líneas de sintetizador, a la electrónica y la música de baile (¿quién no ha bailado la última de las mencionadas en estos años?). Paso que en este trabajo han acabado de dar como bien descubrimos con la propia “Reflektor”, desconcertante primer sencillo que ya desde un principio dividió a las legiones por su ritmo claramente festivo, no muy lejano del omnipresente fantasma de Talking Heads, y su estructura inteligentemente dance, muy en sintonía con esa película que parece ser el eje conceptual y espiritual del disco, “Orfeo Negro”.

Las piezas más sorprendentes del conjunto siguen esta tónica. Probablemente la más radical sea “Flashbulb Eyes”, que en su brevedad sintetiza la revolución que ha sufrido la banda en su vertiente más experimental. “Here Comes the Night Time”, en cambio, no llega a ser tan vanguardista pero se resarce asiendo elementos latinos, en concreto, sí, del cacareado reaggeton, para alcanzar instantes de euforia mesiánica que no nos son desconocidos, aunque los alcancen por otro camino. Otro experimento interesante es el de “Porno”, lo más nuevaolero del conjunto, basado en su base sintética y su vertiente ambiental; aunque no tanto como el tema de cierre, “Supersymmetry”, que según hemos descubierto hay que escucharla a la vez hacia adelante y hacia atrás en un ejercicio más masturbatorio que justificado, la verdad.

Pero Arcade Fire siguen siendo, en esencia, una banda de guitarras y estribillos: una banda de pop y rock atemporal en definitiva. Lo certificamos con “We Exist”, un tema tan clásico como efectivo; pero también en la excelente “Normal Person”, no tan lejana de Dinosaur Jr. como podría parecer; la juguetona “You Already Know”; y con “Joan of Arc” otro gran ejemplo de rock elegante y complejo, de irresistible juego vocal y trasfondo sintético que sabe dialogar con las guitarras.

En el segundo disco (sí, nos encontramos ante un justito álbum ‘doble’ de setenta y cinco minutos) nos encontramos con la muy interesante dupla compuesta por “Awful Sound (Oh Eurydice)”, que marca quizá el punto más “The Suburbs” del álbum y “It’s Never Over (Oh Orpheus)”, en la que las referencias a Prince entran por ¿primera vez? en la música del sexteto de Montreal. “Afterlife”, finalmente, podría hacer el papel de la mencionada “Sprawl II” en este disco: trabajo de melodías impecables, estribillo ganador y ritmo contagioso; probablemente la canción insignia con la que se recordará al álbum en los próximos años tal y cómo sucedió con aquélla.

“Reflektor” es, por tanto, otro gran disco para Arcade Fire. La banda de Win Butler y Régine Chassagne esquiva cualquier tímido síntoma de agotamiento y justifica su sitio como una de las grandes bandas actuales con un álbum plagado de ideas, novedades y grandes canciones. Justo cuando tenían el camino allanado para entrar en el gran mainstream cayendo en la indulgencia y en refritos de sus tiempos pasados si así hubiesen querido, ellos han seguido a lo suyo pariendo un disco hasta cierto punto difícil y exigente con la experiencia artística todavía como máximo leitmotiv. Si aún así consiguen el éxito popular, como parece que está sucediendo, igual sí que podrán declararse entonces la mayor banda del planeta.

 

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1 de enero de 2013