/Crónicas///

Toundra – Bilbao (06/11/2010)

Víctor, Alberto, Esteban, Alex
8.5
El Balcón de la Lola, Lleno
Precio: 8/10 €

Toundra y Neila son un doblete de lo más apetecible. Uno de esos conciertos en que uno agradece tener lo mejor de casa y lo de fuera (de Euskadi, claro) en un mismo concierto. Y no es que los madrileños tengan grandes paralelismos con los de Santurtzi, al márgen de una pasión por Neurosis, Isis y unos cuantos de sus seguidores, pero muchos creemos que tanto «Danza de Nieblas» como «II» son dos de los mejores discos que este inquieto saco de la música dura llamado postmetal han dado en nuestro país en los últimos tiempos.

Pues eso, a Neila estamos hartos en el buen sentido de verles decargando su apisonadora sónica. Siempre densos como los que más, es un placer disfrutar de la tensión extrema de «From Hell» o «Bajo el Sol», un repertorio repleto de riffs que ya el aficionado medio a este tipo de conciertos se conoce al dedillo, lo que facilita el lento headbanging al paso de la marcha fúnebre del griterío. El monstruo de tres cabezas bramantes no deja de impresionar cada vez que tenemos ocasión de verles.

La parte mala de esto es que es fácil tener en cada concierto la sensación de que les has visto en alguno mejor, sea por sonido, porque te guste más esta o aquella sala, etc. Y esta vez no fue excepción aunque para la posteridad quedó sobre todo la gloriosa «Danza de Nieblas» con su épico final remarcado por el teclado que tan desapercibido pasa en otros temas más asfixiantes.

Toundra era uno de esos grupos a los que se les tenía ganas. Su anterior paso por tierras vizcaínas fue una decepción en toda regla, ya que cerraron un concierto en una poco accesible sala de las afueras de Santurtzi con desastroso resultado. Ahora y con la solidez que les aporta su triunfal «II» su paso por Bilbao olía a triunfo desde lejos. Y desde luego pudimos descartar el posible hype, si tanto gente del metal como del indie se rinde a ellos, es merecido.

Aunque desprovistos de la exuberancia sónica de los acompañamientos del disco, los madrileños consiguieron clavar el sentimiento de sus temas que deambulan por oriente y occidente, siempre en cambio de la calma a la rabia y a la melancolía. La banda se enfoca bien al directo y elude los virtuosismos y las poses, tan sólo son cuatro tipos haciendo un ruido muy agradable, ensimismados por lo general en su instrumento, salvo el batería que lógicamente exterioriza más la explosividad de su sonido.

Tan progresivos como crispados, sus sucesiones de riffs salieron ampliamente victoriosas, especialmente en las piezas mayores como «Danubio» y «Bizancio» y también recurriendo al pasado, por ejemplo con «Medusa», que en directo mantiene el tipo pero bien frente a sus nuevas hermanas. Deseando estamos ya de verles la próxima y ojala los astros se alineasen para que pudiera ser como en algunos otros lugares, con puntuales acompañamientos al teclado, cello y acústica. De momento nos conformamos con haber visto a un cuarteto desafiando en directo los límites del rock instrumental. Que no es poco.

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6 de noviembre de 2010