/Crónicas///

Uno de los carteles sorpresas de este verano ha sido sin duda el del Takio Fest. Tras unas ediciones en Suances y el regreso a Torrelavega de forma modesta, la organización parecía tirar la casa por la ventana para contar con bandas del peso histórico de Adolescents, del culto de End of a Year o de la popularidad de Kylesa. Tres nombres estadounidenses que destacaban en un cartel con presencia portuguesa, italiana y francesa, además de una muy buena selección de bandas estatales.

Esta vez el evento contaba con el recinto de la bolera de la localidad, una infraestructura muy cómoda para ver conciertos (gradas para quien prefiera verlo sentado, escenario bajo para una mejor conexión banda-público) pero un sonido complicado. Aunque según avanzaría el concierto nos daría la impresión de que simplemente fuera cosa de cada grupo el jugar la carta del volumen o de la nitidez. Varios conciertos pecaron así de volumen brutal pero emborronado.

Seguramente podríamos poner más pegas al festival, pero con unos medios seguramente limitados, un cartel tan poco dado al reclamo fácil (seguro que los en su día anunciados Berri Txarrak hubieran dado un impulso al asunto del público) y en una localidad que no parece un hervidero de música alternativa, preferimos centrarnos en las cosas buenas. Por ejemplo, los precios asequibles de bebida y comida bastante variada para un festival de su tamaño, fueron puntos a su favor, pero vayamos directamente a la música.

Con un poco de retraso sobre la hora prevista (no hubo problema, con el tiempo y recortando descansos se fue reajustando) comenzaron los locales Stupidfacientes con su punk-rock de aires californianos ante un recinto un tanto desolador, muy poca asistencia y eso que el festival arrancaría en torno a las 8, para nada temprano. Empezaron a asaltarnos dudas sobre qué tal funcionaría el sonido. La vitalidad de los catalanes L’Hereu Escampa no les libró de este lastre y el dúo guitarra-batería pareció contrariado sobre el escenario por el sonido, aunque supieron concluir un concierto correcto a base de temas de su debut y alguna que nos sonó a nueva.

Con Betunizer se notaron más las tablas y el trío ofreció un concierto sudoroso y palpitante, como su música promete. Nuevamente presentaron sobre todo su segundo disco olvidando muchas imprescindibles del primero para tocar alguna nueva, lo cual es la única pega que podemos ponerle a esta máquina del ruido más candente y bailable. Canciones reconocibles por sí mismas que lucieron bien, a diferencia del hardcore de tintes metálicos de los portugueses For The Glory que quedó en una experiencia más bien lineal y poco definida, pese a sus ganas y las del público. No olvidemos la ascendencia hardcore-centrista que tiene el festival, pese a su variedad.

Pero serían los profundamente metaleros Adrift los que ofrecerían uno de los conciertos de la noche. Conocidos como apuesta segura por su directo, pudimos verles presentar temas de su recién editado «Black Heart Bleeds Black» en donde todo es más oscuro y cabezón, pese a esos progresivos juegos de guitarra. Entre esto y que sus canciones promedian una alta duración, echamos en menos algo más de «Monolito» y demás, especialmente el que era su particular hit-single hasta ahora, «Ramses». Fueron clave en el paulatino proceso de animación del público, tanto que ya la cosa era imparable. De modo que cuando salieron los post-metaleros Year of No Light se vio gente flotar sobre las cabezas del público al generalmente pausado ritmo del colectivo francés. El sexteto, esta vez sin sorpresa, se enfocó a sus últimas composiciones, en las que cada vez cabe más tendencias shoegazers y de drone dulcificado. Serían los primeros en introducir teclados y matices atmosféricos en esta edición del festival.

Cerraron la fiesta musical los americanos de complicado bautizo End of a Year, que también se conocen en los últimos tiempos como Self Defense Family o ambos nombres juntos. Este extraño colectivo indudablemente liderado por Patrick Kindlon desarrolló un post-hardcore en el sentido más amplio de la palabra. A la vez punks y arties, a veces con Lungfish en el punto de mira, en ocasiones parecían el equivalente al hardcore de lo que bandas como Killing Joke o Jane’s Addiction fueron al rock alternativo. No en vano a la personalidad de los líderes de estas bandas nos recordó Kindlon sobre el escenario, que enseguida dejó mostrar su torso tatuado y su peculiar sentido del humor. Interpretaron temas más directos, otros más post-rockeros, pero siempre con un aura de libertad y espiritualidad especiales. Y, aunque se montaron pogos y hubo crowdsurfing, desde luego no era una banda que viniera a dar al público lo que buscaba, un agradecido reto en un festival de punk-rock.

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27 de julio de 2012