/Crónicas///

La tercera y última jornada de Monkey Week 2016 acabó siendo el mejor día del festival de todas las ediciones a las que he asistido, con muchos conciertos sólidos y apenas ninguna franja carente de interés. Las salas y la puntualidad ayudaron a redondear un día que debería tomarse como referencia para futuras ediciones.

 

Sábado 15

El sábado había que estar temprano en el Espacio Santa Clara si quería ver un concierto único. Lorena Álvarez iba a ponerle voz y música a las canciones de las añoradas Vainica Doble con motivo de la salida de un libro con las letras del dúo. Así que a mediodía me planté junto a otros madrugadores en el pequeño escenario Mondo Sonoro para contemplar y oír como Lorena le ponía la mejor de las intenciones, a pesar de equivocarse a menudo, en un entrañable recital donde sonaron «Fulgencio Pimentel», «Dime Félix» o, evidentemente, «Déjame vivir con alegría». La anécdota la puso un espontáneo Joan Miquel Oliver que subió a ayudar a Lorena en determinado momento con la percusión sin que ella lo reconociese. Descacharrado, pero bonito recuerdo.

Siguió otra chica en solitario a pocos pasos, Soledad Vélez, armada únicamente de guitarra y ritmos programados. Bajo un buen sol, la chilena no se amilanó a la hora de retorcerse al ritmo de su, por lo general, oscura música, y de incluso ‘saltar’ al frente del escenario para acabar su concierto. A la vez, en el escenario Arnette, unos Alien Tango disfrazados de superhéroes en pijama nos sacaron una sonrisa con su rock psicodélico y su poca vergüenza.

Ya en el Happy Place asistí al primer gran concierto de la jornada y de todo el festival. Los belgas It It Anita derrocharon energía y potencia post-hardcore a raudales en la mejor tradición de Fugazi o The Jesus Lizard; llenando de decibelios el espacio y atrayendo a entendidos y curiosos que no tardaron en jalearles al máximo tras cada canción. El espectáculo saltó pronto a la pista con su guitarrista saliendo cada poco hasta el límite de su cable y colocando cinta de precintado alrededor de los asistentes. Culminaron con su batería en medio del público. Grandes.

Tras tal puñetazo, presencié más relajado el bolo de los locales All La Glory, que estaban presentando su segundo álbum, certificando que la new wave ha entrado en sus vidas aunque siguen teniendo el mismo corazón power pop. Tras comer y descansar un poco continuó la cosa con la primera actuación de Picore en Sevilla en toda su carrera. Los maños volvieron a demostrar que no tienen igual en lo suyo: math rock arisco, de compases desencajados al compás de los espasmódicos movimientos de Dani, su carismático cantante.

Tras una breve vuelta por el Happy Place para ver a los Kings of the Beach desgañitándose al ritmo de su surf-punk, volví al Espacio Santa Clara en sus últimos estertores de esta edición. Pinocho Detective comenzaron su acústico ante apenas nadie, aunque luego comenzara a acudir público con cuentagotas, y Fuckaine ofrecieron su particular acercamiento al post-punk y rock alternativo, con Fran haciendo el loco por el patio del convento, ante un público por momentos inexistente. Una pena estas franjas horarias y escenarios que, por diversos motivos, suelen quedar bastante vacías ante la sobreoferta.

Tras la festiva actuación de Los Chicos, que se coronaron como triunfadores con su rock’n’roll revisionista que les propició un buen baño de masas, la noche siguió cayendo con Oligarkh. El conjunto ruso de electrónica filo industrial que mezcla cantos tradicionales y cultura rave acabó encandilando a un buen número de gente que tenía ya muchas ganas de fiesta, aunque sin caer en la brocha gorda y quedándose en un nivel sutil en el que ayudaron mucho las visuales sobre el folklore soviético. Ya en el Teatro Alameda, Melange demostraron que controlan los cánones del psych rock y el rock andaluz en una velada con mucho duende y The Octopus Project sorprendieron con su heterodoxa puesta en escena, en la que incluyeron bases electrónicas y hasta un theremin sin llegar a sonar forzados o pretenciosos.

Finalicé Monkey Week en la Sala X con Kill Kill! soltando toda su guasa y distorsión como dúo, y Perro llenando como siempre el espacio, alzándose como uno de los clásicos del festival y, una vez más, ofreciendo uno de los mejores conciertos que les he visto, dosificando sabiamente lo mejorcito de sus dos discos aunque con cada vez más querencia por las guitarras y dejando más de lados los ruiditos y teclados. Antes de desmayarme, pasé a la vecina La Calle para comprobar cómo Juventud Juché son realmente el presente y el futuro del post-punk (¿y sin post?) del país. Una pena que el cansancio me impidiera verlos durante más tiempo y valorarlos mejor.

¡Hasta el año que viene!

 

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15 de octubre de 2016