/Crónicas///

Mars Volta, The – Barakaldo (31/07/2008)

Bixler, Omar y Marcel Rodriguez-López, Owens, Hinojos, Pridgen...
8.0
Rockstar Live, 3/4 de sala
Precio: 28 €

Unos meses tras pasar por Barcelona y Madrid, The Mars Volta, una de las bandas más especiales de nuestros tiempos, visitaban de pasada Barakaldo. Una cita, que aún en pleno puente hacia el comienzo de agosto, iba a congregar a muchos fans locales y desplazados. Seguramente algunos movidos por su leyenda, otros antiguos fans de At The Drive-In y tal vez no la mayoría, realmente metidos en su rollo 70’s-progresivo de mezclar jazz, funk y rock principalmente.

Los informados ya sabían como se las gastaba la pareja (no se puede negar que pese al talento virtuoso de toda su banda, el dúo parte el bacalao). Concretando más lo hace Omar, un peculiar guitar-hero amante de la suciedad, la psicodelia y la distorsión. Componentes estos que le llevan a protagonizar jams tan extenuantes como la casi media hora de «Goliath». Podemos decir que fue un ejercicio estimulante con momentos grandiosos y otros de elegancia de club de jazz, donde pudimos apreciar una de las más grandiosas composiciones de la banda, pero ni de lejos es lo más adecuado para entrar en harina.

Por suerte el componente visual de la banda (pese a resultar decepcionante que no lleven ningún tipo de escenografía) es poderoso y ayuda a mantener la atención con Cedric bailando a su estilo libre y bizarro. El que hace unos años fuera ídolo de chavales del hardcore y el emo, hoy día ejerce como chamán poseído del rock narcótico y setentero. A esto hay que sumarle las comparsas, que ojo con ellas. El nuevo batería es una auténtica bestia golpeando fuerte y con la cadencia perfecta en cada instante, si bien es cierto que la música de la banda deja recodo a muchos momentos de caos en las jams. Aunque todas las subidas y bajadas merecieron la pena con el salto al vacío final.

La cosa seguía vibrante con «Viscera Eyes», uno de sus temas más convencionalmente rockeros, donde se mostraron rotundos y bastante fieles al disco (por otro lado ya hay suficientes ‘jams’ en los propios trabajos de estudio). Empezaban a registrarse momentos épicos donde entraba en juego toda la cacharrería de la banda. El saxofón, que pese a que el músico se mantuviera muy estático tuvo mucho peso en el concierto, las maracas y su sucedáneo étnico, los sintetizadores y teclados que casi siempre es difícil distinguirlos de los efectos de los propios pedales de guitarra y bajo, etc.

Siguió «Wax Simulacra», si bien el de Mars Volta es un concierto para no andar muy pendiente de las canciones; los parones y episodios entre cada una y las posibles modificaciones, lo desaconsejan. A continuación con la frenética «Ourobouros», hubo la oportunidad de observar a una banda atropellada dando el máximo de sí. Cedric despliega una voz prodigiosa sin perder el tono, que es convenientemente filtrada para ofrecer efectos aún más caleidoscópicos. Curiosamente le vemos pidiendo al público que no fume, ya que el humo le molesta. Vaya, tal vez deberían haber repartido LSD con la entrada entonces. Tal vez este capítulo provocó que alguien arrojara una colilla que de poco impacta en el pelo del cantante. Por suerte sospecho que ni se enteró.

En todo caso la barrera entre banda y público fue grande. Ellos, van a su bola y no parece importarles mucho la reacción, parte de la prepotencia de las rockstars pretenciosas en que se han convertido, curioso viniendo de donde vienen. En todo caso la profesionalidad esta fuera de toda duda y allí se vivieron momentos épicos y mucha mucha intensidad (y por si la cosa no estuviera suficiente caliente con Mars Volta, el sudor ya lo ponía la sala). Es difícil corear a esta banda y seguirla el ritmo también, aunque con «Ilyena» algo se dejaron, demostrando que el groove de sus discos, especialmente de este «Bedlam in Goliath» es amplificado y embrutecido en directo.

Después llegó el único guiño a su segundo disco con la dupla «Cygnus… Vismund… Cygnus», otro de los momentos más dilatados del concierto y «The Widow», que pese a ser muy coreada yo la hubiera cambiado por una mucho más escalofriante «Asilos Magdalena». Pero sin duda el momento cumbre de la noche lo daría la interpretación ensordecedora de «Aberinkula», apertura de su último disco y auténtica estampida de elefantes en la que la esquizofrenia de la hiper-aguda voz de Cedric se complementa con estratosféricas baterías, marcianas a la par que étnicas guitarras y saxofones que nos sumergen en túneles del subconsciente. Toda una experiencia sensorial que acababa despertándonos del trance y con la banda marchándose del escenario.

Casi sin darnos cuenta y sin siquiera dudar que iba a haber bises, dado la forma tan poco efusiva de despedirse la banda, en especial cuando es una de nada menos que 8 miembros, vemos como comienzan a recoger, se dan las luces y empieza a sonar música. Aguantamos allí un tiempo, pero no parecían por la labor de salir, dejándonos sin los dos temas que aún restaban por tocar según su setlist, Meccamputechture y la muy esperada Drunkship of Lanterns, que hubiera sido única exponente del aclamado de aquel revelador «De-loused in the Comatorium» que sorprendió a propios y extraños.

En definitiva, The Mars Volta ofreció mucho esa noche, pero nos queda la firme convicción (en Madrid y en Barcelona lo saben, sin ir más lejos) de que pueden dar mucho más de sí, en prácticamente todos los aspectos.

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31 de julio de 2008