/Crónicas///

Scott Kelly – Bilbao (04/03/2011)

Scott Kelly
7.8
Fever (Blue), 1/4 (60 personas)
Precio: 15/18

Prometía ser una velada de viernes muy poco festiva. Un concierto de Orthodox, una de las bandas de doom más experimental de los últimos años junto a Scott Kelly, solemne frontman de Neurosis que venía para interpretar en solitario las desnudas canciones reflejadas en sus discos «Spirit Bound Flesh» y «The Wake» no da para mucho jolgorio. La atmósfera silente, apenas rota primero por los sonidos drónicos de los sevillanos y después por la inevitable herencia folk-grunge de Scott Kelly fue efectivamente la tónica.

Críptica como es la música del grupo en sí, resultó que teníamos la idea de que venían tocando el «Sentencia» y al final se enfocaron a «Amanecer en Puerta Oscura». De este rescataron «Con Sangre de Quien te Ofenda» y «Templos», cortes de vital componente atmosférica, donde los ecos del jazz de vanguardia afloran. Batería, guitarra y contrabajo flotando a su aire con sutilidad, pareciendo olvidar los conceptos de armonía por momentos para juntarse repentinamente en leves explosiones melódicas o desquiciarse por completo en la disonancia más perturbadora e hiriente.

Un tercer tema que pareció ser «Heritage» del split a cuatro bandas Four Burials, completó un recital demasiado corto para ser una banda de inusual prestigio y que para colmo viene desde Sevilla. Lo que sí queda claro es que el trío es tan inclasificable en conjunto, que ni siquiera se ciñe a la práctica típica de las bandas de presentar su material reciente. Venían con su ya cuarto disco, «Baal» calentito y no tuvieron la tentación de basar su repertorio en él, curiosamente. Total, que no escuchamos «Sentencia» pero tampoco tenemos motivo de queja alguna.

Lo de Scott Kelly tiene menos misterio. Por muchas vueltas que se le de y mucho hype post-metal proveniente de su paradigmática banda madre, su propuesta es la de un cantautor depresivo como los hay a patadas en Estados Unidos. No es casualidad que tanto él como su compañero Steve Von Till tengan carreras en solitario como cantautores y que los sonidos de ambos acaben remitiendo desde la gravedad de Mark Lanegan o Kurt Cobain hasta clásicos oscuros del blues y el folk con label de la América profunda, que tanto encuentra el confort en el entorno rural, como los parajes más sombríos de la soledad.

Sin embargo hay que reconocer que en directo la cosa fluyó bastante bien. Con sus pintas auténticamente sureñas, barba, gorra y aspecto descuidado en general, un orondo Kelly se parapetó en su butaca y comenzó a tocar hipnóticos temas basados en la repetición de oscuros riffs acústicos. Las opiniones suelen estar dividas respecto a si este tipo de manifestaciones son auténticas o no pero Scott parecía tomárselo muy en serio. Tanto que no escatimó en palabras para acusar a parte del público de reírse y hablar durante su concierto, en un tono reposado pero prácticamente amenazador que tampoco surtió demasiado efecto a la larga.

Lo cierto es que eramos lo suficientemente pocos asistentes y entre la sala medio vacía y las características de la música del guitarrista, hasta el más leve susurro enturbiaba la música. Interpretó sobre todo temas de su más reciente «The Wake» con alguna puntual mirada a su anterior «Spirit Bound Flesh». Y es que son discos muy espaciados en el tiempo, por lo que, pese a reincidir sobre que el tono acaba siendo muy similar, no parece que sea uno de esos artistas empeñados en registrar todo lo que se le viene a la cabeza.

Amenizó entre canción y canción con discursos muy de cantautor contando por ejemplo que uno de los temas se le vino a la cabeza en un sueño aunque no sabía aún cómo terminarlo, diciéndonos lo bonita que es la naturaleza e historia monumental de nuestro país o contestando ante la petición de que venga con Neurosis, que no depende sólo de él y soltó un que «intentarán venir» no demasiado convincente, de los que se dicen por quedar bien. También tocó una versión de «Tecumseh Valley» del clásico del folk tejano Townes Van Zandt (del que comentó no era muy conocido, curiosa apreciación), lógica influencia en la tradición de cualquier songwriter yanqui.

En general, un concierto apto para ciertos estados de ánimo o para quién esté dispuesto a entrar en ellos durante un buen rato. Perfecta ecuación de la economía musical que se puede lograr con una voz profunda y rasgada. El demasiado extenso setlist eso sí, nos hizo pasar por momentos del agradable trance a tics del tedio como mirar la hora o pensar cuantas canciones más podría tocar.

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4 de marzo de 2011