/Crónicas///

Cobra – Bilbao (24/11/2011)

8.0
Kafe Antzokia, Completo
Precio: 5 €

Desde luego da gusto cuando, por el motivo que sea (en este caso un ciclo de conciertos) podemos disfrutar de un bolo en una sala como el Antzoki por 5 míseros euros. Ante esas circunstancias, no hay excusa posible. Y el público esta vez al menos, respondió abarrotando la sala para ver a dos bandas «locales». Increíble panorama.

Maticemos ese «locales». Y es que Willis Drummond de hecho están más allá de la muga pero no hay más que ver el volumen de conciertos que dan por Euskadi y por España para ver que, al menos como grupo, les hemos adoptado prácticamente. Con un directo arrollador, esperábamos que tocaran los segundos, pero no fue así. Abrieron a fuego con «Ez da Dudarik» un concierto muy protagonizado en su primera parte por temas de Instanteak, siempre protagonizados por esa explosiva mezcla de post-hardcore y grunge, unas veces más orientada a la velocidad punk-rock, otras más reflexiva, pero siempre muy melódica y enérgica.

Como siempre, es una gozada ver como viven su directo, con su bajista como máximo animador, seguido por el guitarra solista y también su cantante, en cuanto puede alejarse del micro para dar rienda suelta a la electricidad. Así cayeron «So», «Araua (gurea)», «Begi Erreak» o la punk-rockera «Hobenduna», no necesariamente en dicho orden. Recuperaron sobre todo en la recta final temas de su disco homónimo, entre las que brillaron las esperadas «Lerroak», «Haustura» y «Nun Daude?», terminando con los momentos más contagiosos un concierto que se nos hizo cortísimo.

Y por supuesto cerraron con su dilatada versión del «Rockin’ in the Free World» con participación de su técnico de sonido. Que no tenemos nada en contra de ella, pero hacerla por costumbre aún cuando se dejan temas propios en el tintero nos parece un tanto forzado y prescindible, la verdad. Más se agradeció la solemne «Gaztetasuna eta Zahartasuna» de Laboa, interesante contrapartida a su tono más animado general. El balance total, otro gran concierto de, probablemente, la mejor banda de rock alternativo de Euskal Herria con permiso de Berri Txarrak.

Hablando de Berri Txarrak, es más que probable que la militancia del bajista de Cobra en ese gigante del rock vasco haya traido atenciones hacia su banda anterior, además de otras facilidades (como la edición en Kaiowas) La cuestión es que cuando una banda es buena, las facilidades que le vengan dadas son siempre merecidas. Los bizkainos tuvieron la oportunidad de demostrar lo que valen en directo y no la desaprovecharon, declarándome el primer sorprendido de que consiguieran, con su rock-metal sureño tan heredero de Down, sobreponerse a la buena sensación de Willis Drummond.

El cuarteto, capitaneado por su vocalista y frontman, buen pupilo de Phil Anselmo para lo bueno, con presencia escénica, con una garganta espléndida para bascular entre un metal impregnado de tonos blueseros y algunas notas más melódicas, convenció a un público, que todo hay que decirlo, se componía de amigos y fieles en una gran parte. Pero seguro que no todos esperaban una actuación tan a la altura de los grandes como la que ahí se vivió.

La banda centró su repertorio en su segundo disco «Thriller» con temas más rockeros, rotundos e incluso, auténticos. Pero la cruda realidad es que son los hits del primero los que, al menos por ahora, levantan a las masas. El primer punto álgido llegó muy pronto con «Miyagi», tema que brilla con luz propia como lo más «alternativo» de su repertorio, un medio tiempo atmosférico que, merced a la gran labor de la banda, ve su épica realzada en directo. Tampoco se queda atrás «Crossroads» con sus tópicos sureños y su llamada al whiskey ni por supuesto para finalizar «Life Is Too Short to Drive Slowly» con un estribillo apto para corear.

Pero hay que destacar algo ajeno a la banda que hizo la recta final del concierto si cabe más amena. Hablamos de la irrupción en el escenario de un personaje en mallas y máscara de lucha libre mexicana al que conoceríamos como Kristo Puto que se dedicó a arengar al público para que se moviera entre frases de dudosa coherencia para poco después meterse a poguear para cachondeo de público y grupo. Esto seguramente animó a la banda a interactuar más y el cantante hasta se fue con el micro al fondo de la sala para subirse a la barra. Anécdotas que en definitiva, bordaron un concierto de una banda de casa que lució como el de una que lleváramos meses esperando.

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24 de noviembre de 2011