/Crónicas///

La segunda jornada del festival bilbaíno contaba con unos viejos conocidos. El Columpio Asesino, presentes ya en una edición anterior, saben bien lo que es lidiar con el primer horario de la tarde y salir triunfantes. Y no es que sea coincidencia su presencia, al llevarles Last Tour el management, pero mientras sean grupos así los que reciban trato de favor, nada que objetar, especialmente con la cantidad de himnos acumulados en tan sólo 3 discos que destilan la fórmula del baile más espasmódico y eléctrico. Sumas eso a un directo perfecto, la siempre impactante presencia de su cantante/gritador/batería, una banda engrasada (guitarra, bajo, sintes, trompeta) y la incorporación de una voz femenina que también ejerce de enlace con el público y animadora y hallas las raíces de un directo explosivo. Desde temas recientes como «Mexico» o «La marca en nuestra frente es la de Caín» hasta primeros éxitos como «Ye Ye Ye» y su personal versión del «Vamos» de Pixies, hasta las geniales «Floto» y «Edad Legal», todo sonó con la contundencia esperada. Contaron con el cameo de David Kano a las máquinas.

|El imperio del brit-pop|

Algo más a medias nos dejaron Supergrass. El trío, desde hace unos años cuarteto aguanta de forma ejemplar el paso del tiempo, pese a no haber podido alcanzar las cotas de éxito de la era del britpop. Estigma que intentan sobrellevar negando en directo su mayor hit, «Alright» que no sonó, si bien terminaron con otro single de esa época y mejor canción, «Caught by the Fuzz». El escenario se les quedó grande, les faltó algo de garra y la luz del día no ayudó, aunque la presencia guiri en el festival les garantizó un buen puñado de incondicionales que botaron con «Pumping on your Stereo» o cantaron la estilosa «Movin'», entre otros temas más nuevos. Por si fuera poco, luego vendrían unos jovenzuelos como Kaiser Chiefs a demostrar quién lleva el timón del pop-rock british en la actualidad.

Aunque a corto plazo se vieron favorecidos por el caos de actuación de Babyshambles, nada diferente a lo esperado de la actual banda de un Pete Doherty más conocido por el escándalo y los tabloides que por su música. El grupo se supone que es cuarteto aunque sólo acudieron dos de sus compañeros para defender un repertorio basado en dos discos con claras aspiraciones de sonar al pop-rock con querencias a los sonidos de raíz como hicieran The Kinks. Y la cosa es que suenan bien, pero los parones tras cada canción llamaban al bostezo y denotaron poca profesionalidad, rescatando como momento más memorable y esperado la épica de barrio londinense de su single «Fuck Forever».

La cosa seguía de rock mirando a sus antecedentes, en este caso country, blues, soul y jazz con Dave Matthews Band, la formación del veterano Dave Matthews, figura reconocida del rock sudafricano y con predicamento en América pero bastante ignota en nuestras fronteras. Como decimos una carrera larga pero sin nada especial que lo convierta en figura de culto, por lo que cumplieron con lo que debían, ofrecer diversión a un público desconocedor de su repertorio. Su completa banda de excelentes instrumentistas en la que chocaba ver a un violinista negro y con rastas, dio espectáculo, riffs y ritmos con los moverse, si bien sobró alguna que otra exhibición excesiva, como el interminable solo de batería.

|Avivando las cenizas del grunge|

En el hilo musical una versión casi de broma de «Black Hole Sun» hacía temer por lo que Chris Cornell podría ofrecer con su mezcla de temas nuevos orientados al r’n’b de factura estadounidense y clásicos de bandas como Audioslave o especialmente Soundgarden. El viaje partió del presente con «Part of me» que sirvió para dar cuenta del buen estado de forma de un mito del rock de los noventa venido a menos. Pero pronto y de sorpresa arremetió con temas de Soundgarden tan impropios de su estilo actual como «Let Me Drown» y «Outshined», dos temas muy rockeros de su repertorio, que sonaron de maravilla. Su banda desde luego tiene la típica falta de carisma de cualquier banda de mercenarios, pero cumplen y se les nota a gusto acompañando al vocalista, seguramente ídolo de infancia suyo.

La cosa fue avanzando alternando también singles de Audioslave como «Show Me How To Live», «What You Are» o «Cochise» que sonaron correctos aunque faltas de algo sin la pericia de Tom Morello a las seis cuerdas. Sorprendéntemente y salvo concesiones lógicas como su versión de «Billie Jean» o especialmente gratificantes para los antiguos seguidores como «Hunger Strike», el cantante no quiso caer ni en baladas ni en medios tiempos, ni siquiera cayendo en singles tan afamados como «Be Yourself» o «Like a Stone» ni en la esperada «Black Hole Sun». Esto explica también la ausencia de temas de su «Euphoria Morning», dejando paso libre a más revisionismo con las emblemáticas Rusty Cage, «Spoonman» y vueltas al presente con su tema para una banda sonora de James Bond «No Such Thing», el bailongo single «Watch Out» o «Scream», que hay que reconocer que mejoran bastante interpretadas en formato rock. En fin, ¿podremos tener un año de estos a Soundgarden reunidos?

Al igual que la carrera discográfica de Kaiser Chiefs sigue la estela habitual de este tipo de grupos salidos de las islas (véase Bloc Party, Franz Ferdinand, Editors y un larguísimo etcétera) de ir bajando peldaños desde su debut, su directo, ya desde un principio muy animado parece que sigue la línea inversa. Ricky Wilson y los suyos se llevaron la palma a la entrega en el festival… o por lo menos el cantante, que no paro de moverse, animar, jugar con el público y desaparecer para de pronto aparecer en la zona de la torre de sonido. El sonido fue arrollador como la presencia de Wilson, con lo que casi no les hizo daño gastar algunos de sus cartuchos más incendiarios como «Everyday I Love You Less and Less», «Modern World» o «Na-na-na-na-na» nada más comenzar. «Ruby», «Angry Mob» o muy especialmente «I Predict a Riot» fueron grandes momentos de la tarde-noche en Kobetas.

|Whores, junkies & rock ‘n’ roll|

Por fin, en el mismo escenario llegaba el concierto de Jane’s Addiction, mítica banda de esos años en que la música popular cambió de cara y el llamado rock alternativo enterró el hair-metal ochentero. Tras la vuelta que protagonizaron hace unos años tres de sus miembros esta vez su bajista Eric Avery ha entrado en el juego, no sé sabe si por convencimiento o por dinero, ya que su simple presencia escénica en vaqueros y camiseta choca con el atuendo rojo del siempre ambiguo Farrell o de las pintas de rockstar metrosexual de Dave Navarro por el que parece que no pasen los años.

La batería de clásicos sin descanso comenzó con la relativa calma de «Three Days». El sonido, saturado de graves no parecía ser el mejor, pero lo que sonaba destilaba ese mismo aroma a clásico del rock n roll que desprende la escucha de sus inspiradores «Nothing’s Shocking» y «Ritual de lo Habitual». Así, la cosa siguió con las contundentes «Whores» y «Ain’t No Right», Navarro despachando sus impresionantes solos, Farrell cumpliendo muy bien en la parte escénica aunque un tanto ajustado en la voz y la base rítmica tan arrolladora como la recordábamos. Siguió la cabalgata de segundo a tercer disco pasando por «Pigs in Zen» hasta llegar a la épica «Mountain Song» y poco después animarnos al hurto premeditado con uno de sus singles más instantáneos, «Been Caught Stealing». «Let’s steal something from the Guggenheim», dijo Farrell, mientras paseaba su inseparable botella de vino.

La psicodélica «Ted Just Admit It» que explota al ritmo de su estrofa «sex is violent» y la enorme «Ocean Size» nos llevaron a los bises con el espídico funk-rock de «Stop!» y cerraron con la catárquica «Jane Says» para la cual Stephen Perkins abandonó la batería por un set de percusión y Eric Avery tomó un taburete y se dispuso a hacer uso de la guitarra acústico. Un fin de fiesta feliz para un concierto memorable que no fue perfecto pero que según palabras del vocalista podría mejorar si alguien les trae de nuevo a Bilbao. No sabemos si lo dirá por decir o es que la reunión tiene pinta de durar, pero que alguien les oiga y les traiga a una sala, como un grupo así requiere.

Con el buen rollo que había desprendido la actuación de Jane’s Addiction nos dispusimos a saborear a otros clásicos, pero el postre de Echo & the Bunnymen no fue excesivamente dulce. Lo cierto es que es todo un error achacable a la organización programar una banda tan oscura y reposada en el hueco que normalmente ocupa un grupo festivo. Pero por parte de Ian McCulloch y compañía tampoco se puede decir que pusieran todo el empeño o es simplemente que los años pesan. Claro que el público tampoco parecía tener demasiada expectación por ver a una de esas bandas que con todo lo clásicas que puedan ser, en nuestro país simplemente no han cuajado. A rescatar momentos que, claro, resucitan a un muerto como «Killing Moon» o la miniversión del «Walk on the Wild Side» que se marcaron, tal vez como un intento de llamar un poco más la atención de un distraído público, pero por lo demás el repertorio sonó apagado.

JUEVES | SÁBADO

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10 de julio de 2009