/Crónicas///

Battles – Bilbao (02/12/2011)

Ian Williams, John Stanier y Dave Konopka
8.0
Kafe Antzokia, 3/4 de sala
Precio: 20/22 €

Africastle

Sweetie & Shag

Dominican Fade

Atlas

Wall Street

Tonto

Ice Cream

Inchworm

My Machines

Futura

BIS:

Sundome

Primera vez que Battles pisaban Bilbao y lo hacían para presentar un disco que les pone en un sitio diferente de donde estaban con el primero, pero igualmente el interés por ver como reproducían eso en directo era grande para los que no habían tenido la suerte de verlo en el pasado Primavera Sound.

Antes, los también neoyorkinos Walls abrían con un set de su electrónica muy atmosférica y escapista, pese a los ritmos monótonos y marcados. Una de esas propuestas quizá no tanto para bailar como parece sino más para disfrutar de las texturas. Incluso cerrando los ojos, ya que la presencia del dúo, uno a los sintetizadores y el otro con una guitarra, no era nada del otro mundo, además que se encontraban juntos a la derecha del escenario, acorralados por los engranajes que Battles habían dejado ya preparados. Una propuesta sugerente, pero no para teloneros de una banda tan ruidosa como Battles. Nos hubieran venido mejor como sesión para cerrar el concierto, por lo que esperamos verles en algún festival a unas horas más adecuadas y seguro que cumplen. Eso si, unos cuantos poblaban la primera fila con ganas de botar que se llevaron el sentido agradecimiento de la pareja.

Hay que decir algo de raíz sobre un directo de Battles. Pese a que ver a un esforzado John Stanier aporrear su batería durante todo el concierto, es una banda tan de rock como de electrónica. Esto viene a que puede hacerse frustrante la sensación de ver al teclista aporrear teclas de un teclado y que suenen 5 capas de sintetizadores más si no nos mentalizamos de que son 3 y ni mucho menos pretenden recrear la totalidad de su sonido tocando en directo. Muchas veces la sensación matemática viene más bien por lo contrario, por lanzar loops y conseguir sincronizar toda esa maraña sonora que muchas veces está a un paso del ruido puro y duro si no clavan el compás.

Otra cosa es que ahora son otra banda y hacen los guiños de rigor al primer disco, suponemos que para no enojar a los fans porque se les tienen que hacer un poco raro meter los samples de voz de Tyondai Braxton en «Atlas», sin ir más lejos. El concierto por tanto, se basó en «Gloss Drop» y tras una prolongada intro, comenzó como aquel, con «Africastle». Las intros y transiciones de temas son de lo mejor de su set, por lo que suponen de novedad respecto a la experiencia del disco.

En cuanto a los temas, te dejan siempre entre las ganas de bailar y de mirar lo que hacen. Y eso que, tampoco es que sean un enorme espectáculo sobre el escenario, al menos para un concierto entero. Siempre es increible ver a Stanier con su milimétrica precisión, su gran pegada y su crash en lo alto. Pero vamos, es una estampa que no cambia demasiado a lo largo del concierto, al igual que las del simpático y teatral Ian Williams, tocando casi a ciegas sus teclados a ambas manos con su guitarra colgando. Dave Konopka es sin duda el más minimalista en sus movimientos, debatiéndose entre su guitarra y el agacharse para jugar con los efectos.

En cuanto a sonido estuvo bien aunque hay canciones cuyo directo es más caótico. Por ejemplo las melodías de «Sweetie & Shag» se pierden entre el ruido alienante. Fue la primera en la que tuvimos guest star en las pantallas, en este caso Kazu Makino (Blonde Redhead). Pronto llegó «Atlas» para regocijo de todos, algo rara sin Tyondai, pero siempre efectiva. Lo cierto es que casi da igual porque todo el repertorio puede califircarse de singles, al menos dentro de su estilo. La oscura extravagancia de «Wall Street» fue seguida de la celebrada «Tonto» y como no, de la fiesta de «Ice Cream», tal vez momento en el que más notable fue esto que comentábamos de los pregrabados con la banda haciendo un papel casi testimonial, Stanier aparte. Al margen de eso, tan contagiosa como en disco y con improvisaciones finales a base de corta-pegas de la voz de Matias Aguayo, de lo más divertidas, que se enlazaron con el tropicalismo de altos vuelos de «Inchworm».

Un momento álgido que se prolongó con las amenazantes miradas de Gary Numan en el apabullante asalto de «My Machines». Si la densidad sonora de Battles ya suele ser importante, aquí, la profusión de baterías y sintetizadores dan en directo un clima aún más apocalíptico que nos dejó listos para más aires del trópico con «Futura», todo un pelotazo de baile math-tropical para que el trío abandonara el escenario por todo lo alto.

Pronto regresaron con los hits ya quemados y aprovecharon el receso para ganarse al público y por lo menos le pusieron interés. Konopka, probablemente el más comunicativo con el público, comentó lo felices que estaban de estar en Bilbao por primera vez, lo típico. Llegaron a poner el escudo de la ciudad en las pantallas. En fin, que se hicieron querer. El teclista puso el reverso caótico preguntando lo que había en la televisión y si hacíamos skate o patinaje sobre hielo para finalmente ante las caras de no entender nada de la gente reconocer en tono irónico que estaba encargado de entretenernos durante dos minutos que iban a ser los mejores de nuestra vida.

Vamos, que estuvieron más graciosos y comunicativos de lo que uno espera de una banda de este estilo. Acto seguido, emprendieron un dilatado bis con la resonancia dub de «Sundome», para la que no sacaron a Yamantaka Eye en las pantallas, pese a usar sus voces en una versión en directo que incluso sonó más hip-hopera y jamaicana que en disco. Podría parecer una elección atípica para cerrar, poco intensa frente al resto de su repertorio y con menos peso de su motor, Stanier, pero nos demostraron que no fue así.

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2 de diciembre de 2011